La ansiedad es una reacción de miedo, temor, pánico, a algo que nos preocupa, a un peligro real o imaginado. Los pensamientos ilógicos, negativos, alimentan la ansiedad.
Cuando el miedo es excesivo, no se corresponde con el peligro real que supone una situación, y es un miedo que nos sobrepasa y descontrola, es cuando hablamos de trastornos de ansiedad o patología. Se llama ansiedad clínica, patológica, porque el temor que nos produce algo es totalmente excesivo, y es necesario intervenir para disminuir el exceso de tensión que produce una situación.
Una situación que tenemos que enfrentar nos pone nerviosos y desencadena pensamientos. Si los pensamientos nos sirven para afrontar la situación, esa tensión, esos nervios nos van a servir para actuar y hacer frente a la situación que nos preocupa.
Si los pensamientos que aparecen son negativos y nos recuerdan que no vamos a poder superar esa situación, que todo va a ir mal, que soy incapaz, entonces lo que suele suceder es que nos retiramos, esperando a que pase el problema. El problema puede desaparecer o no, y puede desaparecer y volver a aparecer.
Los problemas y preocupaciones son los que causan la ansiedad, que como hemos explicado en otro artículo, se manifiesta con síntomas físicos y mentales. La ansiedad se mantiene por pensamientos que nos recuerdan lo mal que nos va a ir, pensamientos que a veces actúan de forma silenciosa y nos impulsan a evitar situaciones.
Los pensamientos que acompañan a la ansiedad normal, sana, son del estilo: este exceso de trabajo me está produciendo estrés, voy a organizar el trabajo y volver a planificar, mi amigo está enojado voy hablar con él para solucionarlo. Estoy organizando la fiesta y me pone nervioso, saldrá bien y si algo sale mal pues lo sentiré, ya que he hecho lo posible por organizarla lo mejor posible.
La ansiedad normal, sana, desencadena tensión física y mental que nos ayuda a centrarnos en la tarea y combate los pensamientos negativos, nefastos, catastróficos, transformándolos en lógicos y realistas. La ansiedad normal termina convirtiéndose en una energía positiva que ayuda a centrarse en las tareas, en los posibles problemas que pueden suceder. Y así, la incertidumbre se convierte en planes, en soluciones, por si ocurre algún imprevisto.
Los pensamientos que acompañan a la ansiedad clínica, patológica, tanto si es una crisis puntual o un trastorno de ansiedad, son pensamientos centrados en el peligro y en la dificultad o imposibilidad de controlar la situación. Aparecen de repente y de forma automática.
Los pensamientos más frecuentes que aparecen en el momento de crisis de ansiedad son del tipo: todo va a salir mal, no podré soportarlo, esto es terrible, no puedo, me da miedo, estoy a punto de morir, no puedo respirar, voy a tener un infarto…
En ese momento y posteriormente, interpretamos los síntomas físicos, y las situaciones que vivimos, con pensamientos catastróficos que terminan angustiando más. El sentimiento de que la situación está fuera de nuestro control produce más angustia, más ansiedad e inseguridad.
La tensión excesiva y descontrolada que produce una situación, un acontecimiento, unos hechos, no es más que eso: tensión excesiva y descontrolada, no una catástrofe o enfermedad mortal, ni peligrosa, es tensión excesiva y descontrolada, que desencadena pensamientos que interpretan los hechos como horribles, catastróficos.
Cuando aparecen estos pensamientos horribles aumenta la inseguridad y la angustia, este es el momento de combatir los pensamientos, con otros pensamientos más realistas, y afrontar la situación que tanto nos molesta. El problema no es la fiesta que estamos organizando, es el miedo a que salga mal, el problema no es que alguien querido vaya a viajar, sino lo que pienso sobre lo que puede suceder…
Aprender a combatir los pensamientos nefastos, ilógicos, es aprender a gestionar la ansiedad.