La ansiedad patológica, es la que suele llamarse ansiedad, pero recordemos que la ansiedad es una reacción normal del organismo ante retos o circunstancias problemáticas.
Es una reacción física y mental que nos hace sentir nerviosos, inquietos, tensos. Si la tensión física y mental nos ayuda a afrontar el problema, es cuando decimos que es una ansiedad normal, o que estamos nerviosos por lo que tenemos que hacer, pero no nos impide hacerlo, e incluso puede ayudar a centrarnos en lo que vamos a hacer.
Pero cuando la tensión nos desborda, nos agobia y no podemos actuar, es cuando hablamos de ansiedad patológica o clínica, es la ansiedad que necesita tratamiento, porque crea un malestar excesivo que incluso nos impide hacer las cosas. Sentimos que estamos ante una situación que nos agobia, desborda y descontrola, hasta el punto de llegar a pensar si estamos enfermos, estamos mal, y sí, así es, estamos mal y nos pasa algo: tenemos ansiedad, tensión excesiva y necesitamos ayuda para controlar y disminuir esa tensión excesiva o eliminarla.
Existe algo que nos preocupa, un riesgo real o imaginado. Algo que creemos que nos puede pasar a nosotros o a otros seres cercanos, algo que pone en riesgo el bienestar personal, familiar, social o laboral. Estas preocupaciones y sus consecuencias negativas centran nuestra atención, nos atrapa emocionalmente y desencadena un estado de tensión fisiológico y mental intenso, que se manifiesta con síntomas físicos y mentales, ansiedad.
Existe un problema que nos preocupa, y nos centramos en el problema y sus consecuencias negativas: qué haré entonces, qué dirán, qué le pasará, terminaré enfermo… y nos quedamos ahí, en el problema y las consecuencias dando vueltas.
Cuando no superamos esa fase o momento de angustia, terminamos teniendo ansiedad, patológica, un malestar físico y mental que no se va y nos produce una tensión que se hace insoportable. Estamos irritables, tensos, no podemos respirar, sentimos un peso en el pecho, el cuello agarrotado, la mandíbula tensa…
Existe un problema que nos preocupa, y nos centramos en el problema y sus consecuencias negativas, y ahí nos quedamos: el problema y las consecuencias negativas, el problema y las consecuencias negativas, el problema y las consecuencias… Eso es lo que produce la ansiedad patológica y puede derivar en trastornos de ansiedad.
No importa lo grave que sea el problema, puede ser “una tontería” como verbalizan algunos pacientes, o puede ser grave. La cuestión es que se ha hecho un nudo mental que no sabemos deshacer y nos agobia, nos estrangula mentalmente: el problema y sus consecuencias negativas, el problema y sus consecuencias negativas, el problema y sus consecuencias negativas… y este nudo mental cada vez nos asfixia más y la tensión y estrés emocional que vamos acumulando desencadena síntomas muy molestos: ahogo, no poder respirar, miedo, vértigo, mareos…
Se trata de deshacer ese nudo mental, y la tensión desaparecerá, desaparecerá la ansiedad, o disminuirá a niveles soportables mientras buscamos solucionar la preocupación.
Es posible que existan varios nudos o que no sepamos qué nos preocupa, o que lo que nos preocupa sea tan normal, que hasta sepamos que no debe preocuparnos, pero nos preocupa, y mucho, de lo contrario no tendríamos tensión excesiva, ansiedad patológica.
El problema es que se ha creado un espacio mental centrado en la preocupación y sus consecuencias negativas. Y quedamos atrapados en un círculo vicioso que termina creando alarma, y mandamos un mensaje al sistema nervioso diciendo: ¡estamos en riesgo! como si fuésemos hacia un abismo sin frenos.
Qué hace nuestro sistema nervioso ante tal alarma, poner en acción al organismo y la mente. Y aparecen los síntomas de ansiedad: tensión fisiológica y mental que se manifiestan de diferente manera en cada persona.
Si la tensión física y mental nos impulsa a afrontar el problema, actuaremos y nos comportaremos buscando la solución.
Si la tensión física y mental nos impulsa a huir, a evitar la situación, a escondernos por miedo a enfrentarnos al problema, porque creemos que no tenemos fuerzas suficientes, vergüenza, habilidades para afrontarlo y no pedimos ayuda, entonces los síntomas pueden y suelen permanecer, o hacerse más intensos y puede terminar convirtiéndose en un trastorno de ansiedad.
La ansiedad, esa reacción física y mental que sirve para avisar de que algo va mal y debemos afrontarlo, se vuelve contra nosotros, manteniéndonos en un estado de malestar y tensión casi permanente que nos sigue avisando de que existe un problema que no queremos afrontar y termina siendo un trastorno.
La ansiedad entonces se transforma en problema, no es el problema, es otro problema añadido. El problema siguen siendo las preocupaciones y los miedos no resueltos.
La ansiedad deja de ser normal y sana cuando no afrontamos los problemas y nos sentimos atrapados en un círculo vicioso: preocupación por las consecuencias negativas, y de ahí no salimos: preocupación-consecuencias negativas, preocupación-consecuencias negativas, preocupación-consecuencias negativas…, que termina agobiando y provoca más alarma, más tensión, síntomas más intensos o permanentes.
Este círculo vicioso: preocupación-consecuencias negativas…, se instala, es como si estuviésemos sentados dentro del círculo vicioso: preocupación, consecuencias negativas, preocupación, consecuencias negativas.
Puede volverse insoportable sino buscamos el problema que nos preocupa y la forma de afrontarlo, buscar la solución.
Podemos vivir en el círculo vicioso que cada vez se hace más insoportable y agotador, y que va perpetuando los síntomas: tensión muscular, peso en el pecho, dolor de cabeza, fatiga, palpitaciones, miedo, dificultad para dormir, falta de aliento, con sensación de perder el control…y poco a poco las relaciones personales, sociales y uno mismo se va empobreciendo.
La ansiedad inicial y normal ante un problema es un aviso para que lo afrontemos, pero termina siendo un trastorno de ansiedad sino buscamos soluciones.
Evitamos enfrentarnos a lo que nos produce malestar, por miedo, debilidad, vergüenza, por pensar que es nuestra forma de ser, y los síntomas se mantienen o incrementan la intensidad con el paso del tiempo.
El organismo sigue avisando que hay un problema y es necesario afrontarlo, como no lo hacemos la tensión aumenta y puede instalarse, causando un malestar físico y mental innecesario y muy desagradable, puede durar años y con consecuencias negativas como es el malestar personal que no nos deja vivir tranquilos y nos impide o incapacita para ciertas relaciones y situaciones de la vida cotidiana.
La ansiedad que al inicio era normal, ahora es ansiedad patológica, trastorno de ansiedad, que nos agota y puede llegar a extremos insoportables.
Es posible que termine con ataques de pánico, fobias, miedo a salir a la calle, a relacionarse, miedos irracionales, preocuparse por todo, y solicitando medicación para soportar ese malestar físico y mental.
La ansiedad normal nos indica que hay un problema o varios, que son importantes para nosotros y nos preocupan sus consecuencias, lo que significa que tenemos que ponernos en marcha y buscar la solución, afrontarlo.
A veces, no sabemos qué problema hay, no lo vemos, pero lo hay.
Algo pasa y se ha convertido en un nudo que me ahoga, vamos a deshacerlo, buscar el problema, lo que nos preocupa y buscar la solución.
Así, buscando el problema y la solución evitamos entrar en el círculo vicioso, o romper el círculo vicioso si ya se ha instalado. El problema se puede manejar, puede que la solución no sea la que más nos guste, en cualquier caso, el círculo vicioso no es la solución, es un problema más.
Recuerde
La ansiedad es una reacción normal de tensión física y mental que produce malestar por tener preocupaciones, problemas, temores, y se manifiesta con diferentes síntomas: nerviosismo, inquietud, tensión… es un aviso del organismo para que actuemos y solucionemos los problemas que nos producen tanto miedo y tensión.
Si no buscamos solución, la ansiedad normal termina siendo un trastorno de ansiedad, una patología.