La adolescencia es una etapa en la que se inicia la autonomía y la independencia de los adultos, familiares. Esta independencia influye en la práctica de comportamientos novedosos y de riesgo. Es normal encontrar conductas y comportamientos que comportan ciertos riesgos en adolescentes sin problemas.
– Los preadolescentes problemáticos, con dificultades en el comportamiento y con un historial de conductas difíciles, niños que han sido difíciles de gobernar, son los más expuestos a buscar un estilo de vida adolescente que comporte riesgo, riesgos que muchas veces minimizan. Estos son los adolescentes que requieren una mayor supervisión, no necesariamente exceso de control, entran en una etapa de mayor autonomía y puede repercutir en excesos y en comportamientos que implican mayor riesgo que los que normalmente realizan otros adolescentes de su misma edad.
– Peor pronóstico, según los estudiosos del tema, son los alumnos que ya iniciaban conductas de riesgo al inicio de la adolescencia o pubertad.
– Los adolescentes inician un estilo de vida, mayor autonomía, que implica por sí mismo un mayor riesgo, ya no les acompañan los adultos en muchas ocasiones, desde ir al colegio solos hasta las primeras salidas sociales con sus amigos: ir al cine, a fiestas, dar vueltas por la calle, parques, etc., en sí mismas estas conductas implican un mayor riesgo para su persona, para otros y para el entorno, ya que la falta de supervisión en sus salidas de adulto facilita que realicen conductas que pueden perjudicar a uno mismo u a otros. Es el momento de supervisar conductas y observar el tiempo que dedican a estas actividades.
– Esta reciente autonomía, para andar solo por el mundo, implica la exposición a conductas de riesgo en todas las edades de la adolescencia, pero especialmente en los inicios de la adolescencia: fumar, beber, primeras relaciones amorosas y sexuales y conductas que conllevan más riesgo, como es probar otro tipo de sustancias tóxicas que no son legales, consumo de pornografía, juegos peligrosos, juegos de azar, juegos de competición arriesgada, conducción irresponsable, absentismo escolar y otros comportamientos antinormas sociales.
– Este tipo de conductas de riesgo aunque sean poco frecuentes, implican el mismo riesgo, por ejemplo beber en exceso un día puede producir serios problemas de salud, y coma etílico, conducir un día saltándose las normas de tráfico de noche, o habiendo consumido alcohol supone el mismo riesgo de tener un accidente de tráfico o provocar daños a otros. Si bien, estas conductas cuando son esporádicas indican un comportamiento normal del adolescente, esto es, se dan en adolescentes normales sin problemas personales o familiares, pero implican un riesgo que deben saber controlar.
– Los accidentes de tráfico son la primera causa de mortalidad en la adolescencia y se producen por imprudencias, conductas de riesgo.
Adolescentes de mayor riesgo y que pueden arrastrar a otros adolescentes son:
- Temperamento impulsivo, no piensan en las consecuencias. Es una característica fácil de reconocer y además no aparece en la adolescencia, ya en la infancia se detectan fácilmente a los niños impulsivos, que actúan sin pensar.
- Adolescentes con historial de accidentes y conductas de riesgo en edades tempranas, a partir de los 7 años y antes
- Adolescentes oposicionistas, desafiantes, competición para manifestar poder
- Antecedentes de agresividad escolar y entre amigos, mínima y severa
- Los estudios actuales inciden en que la baja autoestima no es un factor que favorezca el riesgo, pueden ser adolescentes de baja autoestima o de autoestima alta y distorsionada, no es un factor importante en estas conductas.
- Sí lo es, y no debe confundirse con baja autoestima, la afectividad negativa: Con este término se refieren los estudios a las personas, adolescentes en este caso, que presentan cambios de humor, ansiedad, malestar, irritabilidad y los enfados son exagerados, explosivos y desaparecen del ambiente familiar y de la escuela y pueden realizar conductas de riesgo. Estos cambios de humor incitan al riesgo o lo inhiben pero hay que estar atentos.
- Los trastornos de personalidad, los trastornos emocionales, los antisociales, y oposicionistas tienen mayor riesgo de jugar a conductas peligrosas.
Existen una serie de factores que protegen al adolescente y son:
– Factores personales: Tendencia a la asertividad, habilidades sociales, estilo de vida sano con hábitos adecuados y responsabilidades adecuadas que marcan una tendencia a controlar las situaciones, divertirse sin necesidad de buscar conductas de riesgo excesivo: adolescentes que consumen alcohol de forma moderada y cuando salen, no de forma habitual, prueban el tabaco pero no terminan siendo fumadores, por lo menos en edades tempranas, realizan actividades deportivas, cuidan la alimentación y el deber de los estudios, etc., sus responsabilidades.
Así y todo, un factor desestabilizante: la muerte de un familiar querido, un accidente trágico de un íntimo amigo, una separación de la persona que ama, divorcios, etc., pueden interrumpir el estilo de vida sano y crear situaciones de búsqueda de riesgo. Aunque en general en estos adolescentes los factores personales les protegen de riesgos y pueden salir de este tipo de sufrimiento sin correr grandes riesgos ni realizar conductas extremas, lo cual no significa que no sufran y necesiten apoyo.
– Familia: La supervisión en un ambiente afectivo y en un ambiente no punitivo, amplía la comunicación y disminuye las conductas de riesgo.
El apoyo familiar sin críticas destructivas a los comportamientos del adolescente, es un factor que aumenta la protección frente a conductas de riesgo. El desamparo y el autoritarismo desprotegen y aumentan las influencias negativas.
El contexto familiar estresante, desorganizado, negligente favorece las conductas de riesgo.
– Los amigos pueden influir de forma positiva y de forma negativa, depende de las características personales y de las circunstancias en las que se encuentra en ese momento el adolescente, y de las características de los amigos.
– El entorno escolar y social: el tipo de centro escolar y el entorno social aumenta o disminuye la oportunidad de practicar conductas de riesgo
– Creencias: Las creencias religiosas que favorecen la espiritualidad disminuyen el riesgo. Las creencias religiosas que estimulan conductas extremadamente sectarias, aumentan el riesgo en adolescentes en riesgo. En general, las investigaciones destacan que la religión suele funcionar como factor de protección frente a conductas de riesgo, para los creyentes que tienen fe en esos valores.
Para poder asesorar a los adolescentes que incurren en conductas de riesgo, es necesario, además de información sobre esas conductas, conocer al adolescente en concreto. El adolescente impulsivo, con un hogar organizado y sin problemas significativos, es diferente al adolescente impulsivo en un hogar con características diferentes. El asesoramiento debe basarse en las características del adolescente y su entorno.
Es importante tratar estos temas en la familia y de forma normal, no son críticas al adolescente, son pautas de asesoramiento que les ayuda a responsabilizarse, aunque al hablar con sus padres parezca que no atienden, es importante hacerlo en situaciones normales, no cuando va a salir o cuando regresa de una salida. Los adolescentes que inician su independencia pero no presentan problemas específicos, perciben estas conversaciones como apoyo, no como riñas o castigos y les ayuda a autorregular sus conductas, mucho más que las reprimendas o castigos.