La adolescencia es un periodo de transición vital, en el que los niños se convierten en adultos: biológica, física y psicológicamente.
– Aparecen los primeros rasgos sexuales secundarios a partir de los nueve-diez años, los cambios corporales van progresando durante la adolescencia. Es una época de crecimiento físico importante.
– Es un primer cambio corporal que, todos los adolescentes sin problemas significativos, van aceptando y adaptándose sin grandes dificultades personales ni familiares. La influencia del entorno en estos cambios, familiar y escolar, es importante ya que el cuerpo es la parte visible de la persona, el respeto a estos cambios y a los nuevos roles que representa es lo que permite una adaptación sin grandes problemas.
– Los problemas corporales, con la imagen corporal, depende de múltiples variables entre las que destaca las relaciones e interrelaciones del adolescente con su mundo familiar y escolar, de los amigos.
– Aparecen los primeros síntomas de excitación sexual que producen las hormonas sexuales y se inician en el mundo de las vivencias corporales-sexuales. Búsqueda de información, conversaciones, interés por el sexo y las relaciones sexuales, etc.
– Se adentran en el pensamiento abstracto y en las posibilidades de pensar el mundo desde una óptica diferente, de hipótesis, propuestas, razonamientos y nuevos argumentos con ideas propias que generan con su forma de observar, contrastar y pensar el mundo.
Todos estos cambios desembocan en una demanda constante de autonomía e independencia progresiva.
– La autonomía progresiva lleva al adolescente a responsabilizarse de sus propios actos y decisiones, aunque al principio dude, pregunte y busque en exceso independencia o apoyo y confirmación a sus decisiones y hasta responsabilice a otros de sus fracasos.
– La independencia y la autonomía progresiva permite valorar los éxitos y fracasos propios, escolares, amigos, familia, etc., es lo que consideran los estudios sobre la adolescencia, es una necesidad para madurar como adultos. Los fracasos y los éxitos permiten un aprendizaje psico-social, especialmente al final de la adolescencia, muy importante. Valorar los fracasos y los éxitos, las envidias, las ayudas, la cooperación entre amigos, los primeros engaños y decepciones con personas consideradas amigas, facilitan un marco psicosocial muy necesario para la maduración social que permita establecer relaciones seguras y flexibles, que es a su vez lo que permite no derrumbarse cuando cambian las condiciones o los afectos.
– En la adolescencia, durante todas las fases de la adolescencia, se producen momentos y periodos de tiempo que pueden confundir a los padres, son momentos o incluso periodos de tiempo más o menos largos en el que el adolescente presenta síntomas de aislamiento, inadaptación social a la familia y su entorno propio, como si rechazara las reuniones familiares, se separa un poco de ese ambiente.
– En muchos adolescentes se produce dejadez escolar, normal, lo que podemos llamar relajación, incluso en muy buenos estudiantes que reorganizan su estilo de estudio y dejan paso a otras actividades de relaciones personales y amistad, y de salidas con los amigos. En general, los adolescentes no problemáticos, se relajan en sus obligaciones escolares y cotidianas durante un tiempo, lo que crea conflictos mínimos pero muy molestos en la familia.
– A finales de la adolescencia, alrededor de los 18 años, disminuyen los conflictos y el adolescente encauza su vida y sus amigos y se va independizando del núcleo familiar con sus fiestas, reuniones, salidas, estudios, trabajo que, siempre en adolescentes sin problemas significativos, adolescentes normales, que en realidad, según todos los estudios, es la mayoría de adolescentes. A finales de la adolescencia vuelve la calma familiar, disminuye el estrés que produce en los padres supervisar la conducta de los adolescentes y empiezan a depositar la confianza en el adolescente y las disputas son menores y poco conflictivas. Y al final de la adolescencia, a partir de los 20 o 21 años, el adolescente es independiente y a la vez es un apoyo para la familia cuando lo necesitan, ya los conflictos son mínimos, a diferencia de los adolescentes que han iniciado una adolescencia difícil y en estos 7 ó 10 años que dura la adolescencia han agravado el comportamiento y las conductas de desapego familiar.
Características en general del adolescente normal, sin problemas significativos:
– Búsqueda de independencia personal en general (horarios, alimentación, vestidos, amigos, …)
– Búsqueda de independencia económica: trabajos fin de semana, cuidar a niños, recados, auxiliares de tiendas, en vacaciones… en adolescentes que estudian, esos trabajos les permiten independizarse un poco de los padres al no tener que depender totalmente, del dinero que le den para sus necesidades.
– En las responsabilidades mayores suelen establecer independencia y dependencia de los profesores y familia para que les ayuden a tomar decisiones y les apoyen.
– Este apoyo en la familia, entre independencia – dependencia, les permite relacionarse con sus amigos, antiguos y nuevos con más seguridad.
– Buscan novedades y se implican en conductas de riesgo mínimo, quien aguanta una noche sin dormir en una fiesta, por ejemplo, pero no quien bebe más alcohol en una fiesta, o quien cruza más rápido la calle para pillar los semáforos en verde, pero no quien conduce más rápido el coche, estos son ejemplos de conducta de riesgo normal típicos de la adolescencia.
Interés por realizar conductas de adultos:
- Salir con los amigos solos
- Ir a cenar con los amigos o la pareja actual
- Salir los fines de semana sin los padres
- Beber bebidas alcohólicas, fumar, probar algunas sustancias ilegales
- Deportes, juegos, ocio en general
- Reunirse con los amigos para conversar, pasar la tarde, el fin de semana
Están iniciando la vida de adultos y además es lo que les permitirá practicar roles de adultos con supervisión indirecta de los padres, antes de realmente tener las responsabilidades de los adultos.
Las conductas que acabamos de señalar, son por excelencia las que más conflictos familiares y cotidianos producen: salidas con amigos, fiestas, estar poco en casa, orden en la habitación, en los hábitos de alimentación, etc.
– La vida cotidiana, afectiva y social se centra, se desplaza, hacia los iguales, los amigos. Este tipo de desplazamiento produce conflictos pasajeros: “No estás nunca en casa” “Sólo vienes a comer” “No nos cuentas nada”, etc.
El adolescente está reivindicando autonomía e independencia, con palabras o con su forma de actuar, que es normal y necesaria para la maduración. Los reproches constantes sobre esas conductas alejan al adolescente de la familia y le producen insatisfacción personal y familiar, e incluso ansiedad y dificultad para separarse de su familia, separación necesaria para que pueda organizar su vida personal y en otra familia cuando la construya.
– Disminuye la comunicación con los padres y aumenta con los amigos
– Participan menos en la vida familiar
– Solicitan menos ayuda y consultan más a sus amigos
– Toman iniciativas y decisiones sin consultar
– Reivindican libertad en sus asuntos y sus cosas cotidianas, incluido los estudios, si se inmiscuyen en los asuntos que consideran privados, o les dan órdenes de asuntos que consideran ya suyos (ordenar la habitación, realizar los deberes escolares …) contestan de malos modos, todos los adolescentes, unos con más fuerza y otros con menos enojos.
– Las conductas más desagradables a las que tiene que hacer frente los padres son:
- Contestar de mala manera
- Indicar que no se metan en su vida
- Recordar a los adultos que ellos también hacen cosas incorrectas
- “Esas son mis cosas, ya me encargo yo” una frase suave como ejemplo de respuesta típica de adolescentes
Los adolescentes al final de la adolescencia, y más actualmente, que los padres ya rozan los cincuenta años, son más atentos y están más predispuestos (si todo ha funcionado bien) a ayudar a sus padres cuando lo solicitan. También los padres de adolescentes de 18 años, (cuando todo ha funcionado bien) confían más en sus hijos y no tienen tanta preocupación como al inicio de la adolescencia cuando empezaban a salir e independizarse, esta confianza se deriva de que ya han pasado los años más difíciles y consideran que sus hijos son capaces de desenvolverse de forma independiente y autónoma y no es necesario vigilar tanto las conductas como cuando iniciaban la adolescencia.
En adolescentes de 18 años, no problemáticos, los padres ya no siente tanto temor de que los hijos se descarrilen y entienden que son mayores para autocontrolar sus conductas, ofrecen apoyo y ayuda pero no control excesivo de tal manera que la convivencia familiar es menos conflictiva que cuando inician la adolescencia.
El final de la adolescencia es el momento, en familias sin problemas significativos, de los enfados normales, disputas por cosas de la convivencia pero son enfados y disputas normales.