El desarrollo moral en la infancia progresa y avanza desde una tendencia egocéntrica, centrada en los intereses propios, a una postura prosocial, que implica tener en cuenta los intereses de todos, los propios y los ajenos.
Diversas estudios sociocognitivos señalan (Gibbs, 2003) (1) que los alumnos agresores, acosadores, tienen una tendencia egocéntrica que persiste en el tiempo más allá de lo esperado según las teorías evolutivas-cognitivas del desarrollo moral.
Esta tendencia egocéntrica supone que los agresores tienen un razonamiento moral sobre su conducta y comportamiento centrado en sus intereses que utilizan para justificar sus actos.
Esta tendencia egocéntrica, que es lo normal dentro del desarrollo evolutivo durante la primera infancia, progresa y avanza hacia la consciencia social.
La tendencia egocéntrica normal durante el desarrollo de la primera infancia, asume las obligaciones y normas externas como normas que deben cumplirse porque así lo dice la autoridad, el adulto. Así que los niños, se someten a las normas externas por obediencia y sin cuestionarlas, (Piaget) (2) (Kohlberg) (3) y los niños cuando les interesa buscan todos los trucos posibles para saltarse algunas normas pero en general obedecen, y van progresando hasta llegar a otra etapa evolutiva en la que entienden y razonan la necesidad de responsabilizarse de su conducta y la necesidad de normas sociales, que pueden cuestionarse, pero son necesarias para la convivencia. Es en ese momento donde el desarrollo evolutivo junto con el aprendizaje de los valores morales y sociales, favorece la consciencia social, prosocial, armonizar los intereses de todos para convivir de forma pacífica.
De forma breve, podemos decir que las dificultades para razonar y reflexionar sobre la necesidad de normas sociales durante la infancia son debido a esta tendencia egocéntrica característica del desarrollo evolutivo normal, y como consecuencia limita la capacidad de pensar en los intereses de los demás, y limita la adopción de la perspectiva de las necesidades de los demás y la empatía, tanto afectiva como cognitiva.
Esta tendencia egocéntrica progresa y evoluciona hacia una tendencia prosocial, gracias básicamente, al desarrollo cognitivo y a los valores que se enseñan y aprenden. Los valores que debemos enseñar deben ser positivos, respetando los derechos humanos y concretamente, el respeto mutuo. Este aprendizaje enseña a no disfrutar con conductas agresivas.
Recordemos que no es hasta la preadolescencia o adolescencia cuando el desarrollo neuromadurativo permite el control emocional, y el control de las reacciones impulsivas e imperiosas de actuar o responder con agresividad a otros. Es alrededor de los primeros años de la adolescencia y a finales de esta misma etapa cuando los prefrontales asumen el control voluntario de las conductas, y es en este momento cuando es más fácil esperar antes de responder emocionalmente, mientras tanto existen otros mecanismos neurológicos y educativos que les ayudan a controlan las respuestas o reacciones agresivas.
Explicado de forma sencilla, a medida que avanza el desarrollo debe producirse el progreso moral hacia la conciencia social positiva y superar la etapa egocéntrica, sustituyéndola por una tendencia hacia el bien común.
En este proceso de crecimiento moral positivo podemos encontrar alumnos que:
- van lentos pero progresan poco a poco hacia esa tendencia de intereses comunes
- manifiestan un desarrollo maduro en comparación a los de su misma edad evolutiva
- manifiestan un desarrollo inmaduro, por debajo de lo esperado según su edad de desarrollo
- Parece que no avanzan moralmente y perdura la tendencia egocéntrica, mis intereses por encima de los demás
Estos alumnos poco a poco y con ayuda van progresando hacia unos valores sociales positivos, para el interés de todos. Es importante detectar a los alumnos que como en el último caso, parece que no avanzan, y esa tendencia egocéntrica les hace cada vez más desafiante y con tendencias antisociales, e intentar buscar soluciones para ayudarle a corregir esas tendencias egocéntricas.
Podemos decir que esta es la diversidad normal que nos podemos encontrar en cualquier aula, y en cualquier espacio de convivencia, una diversidad de alumnos con diferentes niveles de desarrollo social-moral, emocional.
Y podemos encontrar alumnos que a medida que crecen y se acercan a la adolescencia, alrededor de los 8 años, manifiestan conductas antisociales, siendo conscientes de que son conductas antisociales. Son alumnos que disfrutan alterando la convivencia y saltándose las normas con frecuencia y causando daño a otros. Disfrutan manipulando y engañando a otros y obtienen placer de ese poder manipulativo, y como son conscientes de su comportamiento incorrecto social y moralmente, buscan mecanismos para no ser descubiertos y en el caso de ser descubiertos buscan razonamientos refinados para culpar a los otros, lo que se conoce con el nombre de una tendencia atributiva hostil de los demás hacia ellos.
Estos alumnos tienen que ser detectados y proporcionar ayudas psicopedagógicas o terapéuticas, para encauzarles hacia una convivencia positiva con los demás.
También podemos encontrarnos a otros alumnos con comportamientos y conductas antisociales y agresivas producto de un aprendizaje (social, cultural, familiar o personal) que valora de forma positiva la reacción hostil y agresiva.
Y alumnos con dificultades en sus relaciones interpersonales, ya sea por un desarrollo madurativo y personal con deficiencias, por un trastorno de la personalidad en desarrollo, o por otro tipo de trastornos emocionales, características temperamentales que obstaculizan las relaciones personales y sociales.
Estos son algunos de los diferentes tipos de alumnos que podemos encontrar en los centros escolares, con diferentes variaciones y matices individuales, familiares y personales, pero en general, esta diversidad es la que define las diferentes formas de comportamiento en la infancia y adolescencia.
Esta diversidad debe tenerse en cuenta a la hora de programar un plan de convivencia escolar y a la hora de proponer planes de intervención psicopedagógica escolar y extraescolar.
En cualquier caso, el objetivo de cualquier programa de convivencia escolar es enseñar las formas de comportamiento permitido y no permitido en ese contexto, y no permitir ningún tipo de agresión o daño a los demás y a ninguno de los elementos que forman y están en ese entorno y espacio físico escolar.
(1) Gibbs, J. C. (2003): Moral development and reality: beyondthetheories of Kohlberg and Hoffman. ThousandOaks, CA: Sage.
(2) Piaget, J. (1974): El criterio moral en el niño. Ed. Fontanella. Barcelona
(3)Kohlberg en Hersh, R., Reimer, J. y Paolitto, D. (1997). Educación Hoy. Narcea. Madrid.