Las rabietas, los berrinches, siguen siendo la manera de expresar su malestar emocional. Entre los 3 y los 4 años van disminuyendo, las rabietas tienen que ser cada vez menos frecuentes, la intensidad depende de las características de los niños y de la reacción de los adultos, cuanto más intervienen y de forma negativa: mira como grita, no vas a conseguir nada, te voy a castigar…, más intensa es la rabieta, ya que el malestar emocional aumenta con la irritación de los adultos. El adulto debe mantener la calma, pocas verbalizaciones, ni explicaciones ni razonamientos en esos momentos, podrá hacerlo con tranquilidad cuando se haya calmado. Y no ceder a lo que el niño desea, ya que entonces aprenderá a utilizar la rabieta para conseguir lo que quiere, y más en estas edades. Puede ceder en alguna ocasión, como ya se explicó en el artículo de las rabietas de 1 a 3 años, cuando están muy cansados, cuando tienen sueño, hambre, pero esto será en contadas ocasiones.
La maduración influye en la capacidad para expresar y controlar las emociones, a medida que avanza el desarrollo es más capaz de expresar el malestar emocional de forma verbal, con gestos de enfado, enojo, y expresar la ira, la rabia de no conseguir algo, de forma más calmada.
Es una buena edad para enseñar a los niños a expresar su malestar, sus enfados, de forma más controlada, con más modales. Puede enfadarse, pero debe aprender a enfadarse y a expresar su enojo de forma más tranquila, menos violenta y agresiva, ya tiene más recursos y capacidades para hacerlo. Así que vamos a enseñarle a enfadarse con modales, sin explosiones de ira.
Como hemos dicho, entre los 3 y 4 años las rabietas van disminuyendo, por maduración y aprendizaje social.
Los niños de tres años y medio y cerca de los cuatro que siguen teniendo bastantes rabietas, son niños problemáticos, ya sea porque han aprendido a ser exigentes y conseguir lo que desean con rabietas, o porque su maduración es más lenta o existe alguna dificultad para controlar sus emociones.
A partir de los cuatro años las rabietas explosivas de los dos y tres años han desaparecido. La ira como emoción no desaparece nunca, pero la forma de expresarla es verbal, gestos despectivos, palabrotas (es la edad de las palabrotas) y conductas desafiantes.
Es un buen momento para seguir enseñando a enfadarse con modales.
A partir de los cinco años prácticamente han desaparecido. Ahora aparecen otras conductas para expresar el malestar, la ira y la rabia.
Las conductas más típicas para expresar el malestar emocional que provoca la frustración, la ira, son:
– remolonear: ir despacio cuando le solicitan algo, es una conducta que se inicia a partir de los 3 años, y ahora aparece con más frecuencia
– insistencia: dame esto… quiero esto… cómprame esto, y siguen insistiendo
– enfurruñarse: cuando no quieren hacer lo que le dicen, se enfada y pone cara de odio, de rabia y suelen insultar
– palabrotas: es la edad de las palabrotas, que suelen utilizar contra el adulto cuando le riñen, cuando le obligan a hacer algo
– si están muy enfadados, suelen retirarse o escapar. Si están fuera de casa es necesario estar atentos, ya que pueden esconderse y perderse.
A partir de los 3 años y en general a partir de los 4 se niegan a hacer lo que le dicen, no utilizan la rabieta sino el lenguaje: No, no quiero. Lo hacen de forma más o menos tranquila, pero con contundencia. En estas edades los padres suelen utilizar el miedo para intentar que haga lo que le dicen, suelen hacer ver que llaman a la policía, como autoridad, o a otra figura que saben que les provoca miedo, la intención es que obedezca porque sino alguien vendrá a por ellos. A veces funciona, otras veces no. El miedo puede ser útil para conseguir que el niño haga lo que le dicen, es la edad del miedo consciente, de los temores conscientes y de buscar seguridad en la familia, siempre que la familia sea un apoyo y no un problema, y buscar seguridad en lo conocido, o en objetos que calman: un peluche, el chupete, un objeto querido. Utilizar de vez en cuando el miedo para que obedezca puede ser una estrategia eficaz, siempre que no se utilice en exceso, ni de forma muy intensa, ya que entonces puede producir inseguridad y ansiedad.
En estas edades toma consciencia de los sentimientos propios y ajenos, la inteligencia emocional. Es un buen momento para hablar de enfados, sentimientos, causas, frustraciones, consecuencias, para que entienda sus emociones y cómo controlarlas, sin excederse en grandes explicaciones y razonamientos.
A partir de los dos años diferencian a los progenitores y se centran más en uno que en el otro, y a partir de los 3 y 4 años se acentúa y eligen quien quiere que les ayude o haga cosas con él, en general es una conducta que se alterna: a veces es mamá la elegida, a veces es papá. Pero cuando lo verbalizan: ¡tú no! Fuera, fuera, y lo hacen con firmeza, el “rechazado” puede sentir malestar y puede que eche la culpa al otro adulto, o conteste mal al niño: pues no me pidas nada, ahí te quedas!
Este tipo de comportamiento: ahora quiero a mamá, ahora a papá, es una elección puntual, aunque pueda durar un tiempo en según que cosas o tareas, en realidad, si todo suele funcionar bien, no indica más que está eligiendo con quién está más cómodo haciendo esa tarea, por ahora. Es posible que en poco tiempo ya no lo haga, o quiera hacerlo con el otro progenitor “el rechazado”. No hay que darle más importancia, y si son cosas que se pueden conceder, no pasa nada por admitir la elección del niño, son comportamientos pasajeros.
Si excluye a uno de los progenitores en muchas actividades y de forma frecuente se niega a ir con uno de ellos, entonces es probable que exista un problema de relación, es conveniente consultar a un profesional de psicología.
Cómo actuar ante las conductas desafiantes típicas de esta edad:
– refunfuñar
– negarse
– insultar, palabrotas
– burlarse con malos gestos
– insistir en algo que quiere
Ante cualquier conducta desafiante, el adulto debe mostrarse serio, enfadado pero no descontrolado, firmeza y paciencia y no ceder, excepto en algunas ocasiones que por la situación personal del niño o la del adulto es necesario ceder: un niño enfermo, muy cansado, sobreexcitado…, un adulto cansado, con mucha prisa,… pero en ocasiones excepcionales, en general: no ceder y firmeza con cariño.
Si a partir de los 4 años, el niño se niega con frecuencia e intensidad a obedecer, grita, insulta, pelea, e insiste en no hacer lo que le dicen, entonces hay un problema que va más allá de la desobediencia y de la edad evolutiva.
Si observamos conductas agresivas preocupantes como:
– hacer daño con frecuencia a otros
– romper con intención cosas, de forma más o menos frecuente
– hacer daño a los animales con intención y crueldad
– hacer daño a otros niños con intención y crueldad
– en general, suele ser muy irritable, impulsivo
– obsesionado por la violencia en los dibujos, en la tele, en pantallas…
Y, no parece tener remordimientos de sus actos crueles y violentos, entonces es necesario consultar con un psicólogo.
Esta es la edad en la que aparece el trastorno de conducta desafiante, y comportamientos antisociales, psicopatías, y en este caso es necesario realizar una valoración psicológica y pautas específicas o intervención para controlar y encauzar esas conductas.