Acoso escolar

Conductas agresivas y acoso escolar

No todas las conductas agresivas y violentas entre alumnos son conductas de acoso escolar. Aprender a diferenciar el acoso escolar de las conductas típicas agresivas, incorrectas, es fundamental para poder intervenir y aumentar la eficacia contra el acoso escolar.

Tal como dice R. Ortega (2010): “Pero seamos sensatos, hay muchas conductas agresivas que no son en sí mismas fenómenos bullying, ni todas las conductas que pueden describirse bajo esta denominación son de igual gravedad e importancia en cuanto a los daños que producen. Entrar en un conflicto con alguien en el patio de recreo y terminar en una pelea-verbal o física- si no ha habido un verdadero desequilibrio de poder  físico, psicológico o social, es un fenómeno indeseable, del que los protagonistas se sentirán pronto culpables, y si son sensatos, pedirán disculpas recíprocamente, pero esto no es bullying. No es difícil reconocer los miles de malos entendidos que provocan conflictos entre iguales. El conflicto es, en sí mismo, una fuente de matices que alimenta permanentemente la interacción de los que conviven compartiendo espacios, tiempos, actividades y normas. Las relaciones de los escolares entre sí están llenas de conflictos que emergen, tienen una trayectoria más o menos compleja y concluyen.”, p.17 (1)

Las disputas, peleas, conflictos entre los alumnos que utilizan conductas agresivas se consideran normales durante el desarrollo. El que esas conductas se consideren reacciones normales no significa que no se deba intervenir, al contrario, el adulto debe intervenir para enseñar a responder de un modo diferente, no agresivo, y aplicar las sanciones programadas en el plan de convivencia cuando aparecen este tipo de conductas. Pero no hay que confundirlas con acoso escolar.

El acoso escolar se distingue por ser un comportamiento agresivo hacia otro que se realiza de forma repetitiva durante un periodo de tiempo y que se caracteriza por ser una agresión fundamentalmente proactiva, utilizar la agresión para molestar a otro de forma continuada queriendo demostrar, consciente o inconscientemente, el poder que tiene sobre el otro.

Distinguir entre conductas agresivas  y acoso ayuda a gestionar la convivencia escolar, aplicando medidas y estrategias diferentes para cada caso.

Las conductas agresivas típicas de la edad escolar, las peleas y otras conductas agresivas son puntuales  a diferencia del acoso escolar que es continuo y dirigido hacia un alumno concreto y busca el dominio sobre el otro y molestarle de forma continuada.

Veamos algunas diferencias entre conflictos puntuales y acoso escolar.

DIFERENCIAS ENTRE ACOSO Y CONDUCTAS AGRESIVAS

Acoso escolar

  • Comportamientos y conductas agresivas y violentas que se realizan de forma frecuente y durante un tiempo suficiente para molestar a otro alumno.
  • El acoso puede ser físico o psíquico tiene que realizarse durante un tiempo hacia un mismo alumno y crear una sensación de desequilibrio de poder, donde la víctima, agresiva o pacífica que es molestada con frecuencia, no encuentra la forma de romper esa situación agresiva hacia ella y percibe y siente que la persiguen casi de forma obsesiva para molestarla y establecer ese desequilibrio de poder entre ella y el acosador o acosadores.
  • El acoso escolar físico es visible, se observa y suele dejar huellas corporales
  • El acoso psíquico no es visible, o tan visible, pero sí se observan ciertas conductas que antes no eran evidentes o tan evidentes en ese alumno: alumnos aislados, temerosos, tímidos, tristes, deprimidos, que no quieren ir al colegio o se les hace cada vez más pesado

Conflictos: Conductas agresivas, disputas, peleas

  • Responden a circunstancias concretas, a “piques”, enfados, choques entre alumnos o grupos
  • No implican desequilibrio de poderes, un alumno puede ser más fuerte que otro o más agresivo pero no intenta someter a otro, por decirlo de alguna manera sencilla: los alumnos reaccionan de forma agresiva ante alguna situación y se enzarzan en insultos, peleas y otras formas agresivas y si la situación va a más pues llegan a pelearse físicamente para ganar uno al otro y descargar la furia, la cólera mediante agresividad, en lugar de controlarla. El papel del adulto en estas situaciones es importante, pues aunque no sea acoso, advierte, o debe advertir, que esas conductas no se toleran y ofrecer un modelo de solución de problemas y conflictos pacífico. Pero estos conflictos que generan estas conductas y comportamientos agresivos son típicos de la edad escolar, aunque como acabamos de señalar hay que intervenir. El desarrollo evolutivo y la educación van marcando la forma de reaccionar ante conflictos personales y sociales, a medida que los alumnos van creciendo demuestran otra forma de respuesta agresiva y otra forma de solucionar los conflictos. La maduración y el estilo educativo proporcionan las herramientas para aprender a solucionar conflictos de forma pacífica, siempre que no hayan problemas psicológicos o de otras características que lo impidan.
  • Las peleas, los conflictos típicos de estas edades escolares, en general, suelen producirse de manera abierta y sin ocultarlo y los alumnos van perdiendo el control de la situación que termina siendo una situación desagradable y violenta, pero puntual.
  • Existen conductas que pueden confundirse con el acoso, pero son conflictos: Por ejemplo, pelearse por sentarse en un sitio y burlarse del otro tanto si lo consigue como si no lo consigue, estas conductas surgen cuando la situación aparece y desencadena un conflicto: dos quieren la misma silla y se pelean por conseguirla, y además el que consigue la silla se burla del otro, o viceversa el que no consigue la silla se burla del otro, e incluso se recuerdan la situación durante un tiempo. Conductas que deben considerarse incorrectas y el adulto debe intervenir para simplificar la situación y dar un modelo positivo de la forma de resolver la situación y considerar un modelo o valor negativo el cómo se ha resuelto el problema pero sin darle tampoco mayor importancia, de tal manera que estas situaciones terminan en ese momento. Pero es importante la intervención del adulto dando un valor negativo a la forma agresiva de resolver el conflicto, y con esa actitud refuerza los valores positivos de la convivencia y transmite la sensación de un contexto de convivencia seguro, afectivo y empático.
  • También existen conductas de acoso que pueden confundirse con peleas normales, disputas y conflictos. Por ejemplo, en el ejemplo de querer una misma silla, la conducta de acoso sería más parecida a ésta: decirle a otro qué silla quiere, y cuando dice cuál, quitarle la silla y sentarse el otro, darle patadas, insultarle burlarse por eso. Y que esa conducta se repita en situaciones parecidas con el mismo alumno al que quieren dominar, hacer víctima, por ejemplo y con el mismo alumno, preguntarle: en qué equipo de juego quieres ir, y cuando contesta decirle que irá con otro equipo o que él no va a jugar. Conductas de este estilo en el que de forma continua se somete o se pretende someter la voluntad de un alumno para demostrarle que tiene que someterse y que además se burla de él, y que los demás que le acompañan y ven lo que está sucediendo, generalmente el acoso es una situación en la que participan varios aunque el acosador principal sea uno, apoyan esa conducta de poder sobre otro que está siendo sometido con frecuencia, por un alumno, el acosador, o un grupo de alumnos.

La diferencia entre una conducta conflictiva y otra de acoso parecida, como es el ejemplo que acabamos de explicar de querer sentarse en la misma silla, es fácil de observar aunque los acosadores busquen excusas y culpen a otros de lo sucedido o de haberlo desencadenado.

La diferencia es clara entre la pelea por una silla o por otras cosas parecidas y la conducta de acoso que realiza un alumno y grupo ante situaciones parecidas. El conflicto que surge por una silla, desencadena una pelea y puede que desencadene un tiempo de recordar esa situación y molestar al otro con ese recuerdo, como el que recuerda una hazaña, pero acaba y no se producen más conductas de ese tipo ni molesta más a ese alumno en concreto. Son peleas que surgen entre alumnos y finalizan. Es algo negativo, pero puntual y hay que intervenir si los adultos conocen esos hechos tal como ya hemos dicho antes.

En cambio, las conductas de acoso son dirigidas a un alumno en concreto y con una frecuencia suficiente para intimidar, molestar, al que quieren acosar. El acoso es una conducta molesta y repetida de forma frecuente para agobiar al alumno. Además los acosadores suelen utilizar la disculpa y hacerse las víctimas: no le he dado una patada, tenía el pie encima del mío y se lo he quitado. No quería llamarle tantas veces al móvil, pero es que no me doy cuenta y sale su número y le doy pero cuelgo enseguida.

Los adultos, familia y profesores que conocen la situación pueden distinguir con facilidad, en la mayoría de los casos, cuando son peleas entre alumnos y cuando es un indicio de acoso, en cualquier caso el adulto debe intervenir y proponer respuestas pacíficas: si quieres ese juguete se lo pides, no se lo quitas, si los dos queréis sentaros en el mismo lugar vamos a ver cómo lo solucionamos de otra forma en lugar de darnos empujones. Y, en el caso de indicio de acoso escolar aplicar las estrategias que ya deben estar planificadas en el protocolo de prevención e intervención contra el acoso escolar.

(1) Ortega, R. (coord.) (2010): Agresividad injustificada, bullying y violencia escolar. Ed. Alianza Editorial. Madrid.