“En resumen, desde los dos años, aproximadamente, he sido un tembloroso compendio de fobias, miedos y neurosis. Y desde los diez años, cuando me llevaron por primera vez a que me examinaran a una clínica mental y me remitieron a un psiquiatra para ser sometido a tratamiento, he intentado superar mi ansiedad de distintas maneras.”, p. 18 (1)
“… a las 8,30 horas, mis padres –preocupados al observar que yo, con diez años y en quinto curso, había sumado últimamente una serie alarmante de nuevos tics y rarezas a mi obsesión por los gérmenes, a mi aguda ansiedad frente a la separación y a mi fobia a vomitar- me llevaron al mismo hospital psiquiátrico para que me examinaran” (“al mismo hospital psiquiátrico” que llevaron años atrás a su bisabuelo), p. 50 (1)
Estas dos citas de Stossel (escritor, editor, comentarista de radio…) pueden servir para ilustrar, de alguna manera, la necesidad de acudir a los profesionales de psicología para consultar las dudas sobre el desarrollo, dificultades y problemas que ocurren en la infancia y adolescencia. El autor hace referencia en su libro a diversos episodios críticos en su infancia: “unas rabietas épicas y gritaba sin parar y me aporreaba la cabeza contra el suelo”, “extremada timidez a los tres años”, “muestras de un ‘temperamento inhibido’”, a los seis años dos nuevos episodios: ansiedad de separación intensificada y miedo a vomitar… “nada de todo ello tenía porqué ser un indicio de trastorno patológico emergente.”
Y, continua escribiendo el autor: “Ahora no es difícil advertir que mi comportamiento inhibido presagiaba mi futura neurosis; pero eso es solo de modo retrospectivo, si se contempla mi ansiedad como una narración en progresivo desarrollo.”, p. 300
Stossel se pregunta cuándo empezó su problema o trastorno de ansiedad y hace una serie de preguntas importantes, que según dice se hacían sus padres para saber si esas conductas y comportamientos eran normales, eran problemas típicos de la infancia o signos de trastornos mentales. Dice: “¿fue de muy niño, cuando me entraban unas rabietas épicas y gritaba sin parar y me aporreaba la cabeza contra el suelo?.
“Las preguntas a las que se enfrentaban mis padres eran estas: “mi conducta era simplemente algo extrema, pero de todos modos típica de dos años, siempre difíciles, o quedaba fuera de lo normal? ¿Cuál es la diferencia entre una ansiedad de separación infantil entendida como una fase normal del desarrollo y una ansiedad de separación de tipo clínico o preclínico? ¿Dónde se encuentra la línea entre el temperamento retraído entendido como un rango normal de la personalidad y el retraimiento en cuanto síntoma patológico, o signo, digamos de un trastorno de ansiedad social incipiente?”, pp. 299-300
Las preguntas que se hace Stossel o sus padres, son preguntas difíciles de responder ya que el desarrollo normal contempla este tipo de conductas como conductas normales y también como indicadores de dificultades en el desarrollo que pueden ser signos de patología, o bien, simplemente características y reacciones individuales normales, extremas, pero dentro de la normalidad, que si van disminuyendo y adaptándose a las circunstancias familiares, sociales, escolares entonces no representan ningún riesgo para la salud mental.
Por decirlo de alguna manera sencilla, simplemente y a medida que crecemos si esas conductas no nos molestan, ni molestan a los demás, pasan a considerarse como nuestra forma de ser, nuestro carácter y personalidad. Pero también, esas mismas conductas y comportamientos, pueden ser indicadores de trastornos mentales.
“Y es muy importante vigilar que las conductas evolutivas no se transformen en patología o en mal comportamiento. Por ejemplo, las rabietas infantiles son evolutivas, son reacciones típicas de los niños entre los 2 y los 4 años, como veremos, ataques de ira, de cólera, de rabia: Gritan, patalean, lloran, se arrastran por el suelo, dan patadas, etc., estas conductas evolutivas pueden desaparecer, o transformarse en patología o en mal comportamiento.” (Vidal, M.)
No sé si de forma exagera o realista, en cualquier caso de forma amena, el autor comenta que sus padres se preocuparon de esas rabietas que tenía y consultaron si podían considerarse normales o no. Consultaron el manual del doctor B. Spot y no les solucionó el tema y acudieron al médico-pediatra que les aconsejó dejar que su hijo “se desfogara”, dice: “Así pues, mis padres me miraban angustiados mientras yo me revolcaba por el suelo gritando y dándome golpes en la cabeza, a veces durante horas seguidas.”, p. 299 y 300.
Bien, tanto si sus recuerdos, o lo que le han comentado sus padres, son exactos o no, lo interesante de estos párrafos es que sugieren que los padres se preocupaban e interesaban por esas conductas que presentaba su hijo y que dudaban sobre si considerarlas normales o problemáticas y que buscaron respuesta a sus dudas.
Ahora bien, lo que no tiene ningún sentido es esperar 8 años sumando conductas y situaciones problemáticas para finalmente, cuando ya el trastorno parece instalado, acudir a psiquiatría para intentar solucionar el problema.
El seguimiento psicológico del desarrollo en la infancia es el que nos puede ayudar a detectar conductas problemáticas, que incluso estando dentro del intervalo de edad que se considera normal para este tipo de conductas, no dejan de ser indicadores de riesgo y por lo tanto podemos realizar asesoramiento psicológico e intervenciones preventivas mínimas, si fuese necesario, que ayuden a canalizar ese comportamiento y las situaciones en las que se producen. En algunos casos se podrá evitar patologías y en otros casos no, pero en cualquier caso el apoyo recibido para organizar esas situaciones conflictivas nos ayuda a adaptarnos a esas situaciones y a tolerar mejor los conflictos y tensiones que generan.
Es a medida que avanza el desarrollo y la socialización que podemos observar si desaparecen, disminuyen o se mantienen, o aparecen otras conductas y comportamientos que hacen difícil la socialización y el bienestar personal y familiar, y en ese caso proponer medidas que faciliten la adaptación y el bienestar personal y social. Pero para ello es necesario el seguimiento psicológico del desarrollo desde una perspectiva de prevención primaria.
En realidad, siempre es necesario el seguimiento del desarrollo psicológico en la infancia y adolescencia, y tal como hemos propuesto en diversas ocasiones la valoración y seguimiento del desarrollo psicológico puede y debe realizarse desde los servicios sanitarios públicos en los primeros niveles de asistencia, en Atención Primaria, en coordinación y colaboración con los servicios de pediatría.
Tan necesario es el pediatra como el psicólogo en prevención primaria. La salud es salud física y mental o como la define la Organización Mundial de la Salud (OMS) la salud es biopsicosocial.
En este caso concreto, según el propio autor, las conductas problemáticas aparecieron a los dos años con unas rabietas exageradas y año tras año se sumaron otras conductas y comportamientos exagerados y molestos para el niño y para la familia. Y a pesar de todas esas conductas que señala el autor, la primera visita al psiquiatra no se realizó hasta los 10 años.
De forma distinta pero parecida, L. Rojas Marcos comenta en su libro La Autoestima: Nuestra fuerza secreta (2) los problemas y dificultades que tuvo en la infancia y adolescencia por algunas características personales como el exceso de movimiento y otros comportamientos, que si bien superó y pudo afrontar sus expectativas personales con otros ánimos, también señala el malestar que ocasionaban esas conductas a nivel familiar, social, escolar y personal. Tuvo la suerte de encontrar a ciertas personas que valoraron sus cualidades y no solamente esas conductas molestas, lo que evidentemente es un apoyo que facilita la reflexión y seguridad en uno mismo, y en algunos casos fortalece los aspectos adaptativos personales y sociales que permiten seguir construyendo la vida desde un sentimiento más positivo, incluyendo los obstáculos que surgen y buscando los recursos para afrontarlos, entendiéndolos como impedimentos a sortear y no como muros que tapian el camino y parecen imposibles de saltar o de apartar.
Consultar las dudas sobre las conductas y comportamientos que aparecen durante el desarrollo es una forma de buscar soluciones para prevenir posibles problemas en el desarrollo y en las relaciones personales y, para mantener o regresar a una armonía en la convivencia familiar y social. Buscar recursos y asesoramiento para adaptarse, todos, a los diferentes momentos “normales” del desarrollo y detectar tempranamente, si existe esa posibilidad, trastornos mentales o indicadores, signos de posibles trastornos, y adoptar las medidas que puedan ayudar a contextualizar conductas y comportamientos que alivian y mejoran las relaciones interpersonales así como otras medidas puntuales que precisará cada persona y entorno.
Hemos defendido la necesidad del servicio de psicología en Atención Primaria, desde el nacimiento hasta los 18 años, para que todos, todas las personas, puedan tener la oportunidad de consultar las dudas relacionadas con el desarrollo desde el nacimiento hasta la adolescencia, con un profesional del campo de la salud, el psicólogo. (3)
El psicólogo, que además de responder a las dudas, realizará el seguimiento psicológico del desarrollo en la infancia, y aconsejará recibir, si es el caso, tratamiento psicológico preventivo en Atención Primaria, antes de ser derivado a salud mental infanto-juvenil, servicio en el que ya se supone que existe un trastorno. (4)
Consulte al psicólogo las dudas sobre el desarrollo y aprendizaje de sus hijos o menores a su cargo. Y si son conductas problemáticas, solicite asesoramiento y realice el seguimiento psicológico que le aconsejen.
(1) Stossel, S. (2014): Ansiedad: Miedo, esperanza y la búsqueda de la paz interior. Ed. Seix Barral. Barcelona. España.
(2) Rojas, L. (2007) La autoestima. Nuestra fuerza secreta. Ed. Espasa. Hoy. Madrid
(3) Vidal, M. (2003): Valoración e Intervención Psicológica en Atención Primaria, en revista Psiquiatria.com, Vol. 7, nº 5. Revista Internacional On-line de Psiquiatría.com (ISSN 1137-3148)
4) Vidal, M.(1997) Tesis doctoral: Modelo psicológico en Atención Primaria: Protocolos de valoración e intervención en niños de 0 a 2 años.