Infancia

Ataques de ira. El papel del adulto

La ira es una emoción que se activa ante situaciones desagradables, conflictivas, problemáticas, y es una reacción de defensa frente a lo que se supone es un ataque, y se dirige hacia las personas que siente le atacan o hacia objetos molestos, animales, o hacia uno mismo cuando le resulta difícil defenderse.

La ira de intensidad baja, enfado, ayuda a regular las relaciones interpersonales. La ira intensa no permite reflexionar, sino expresar enojo y rabia, cuando baja de intensidad y especialmente cuando desaparece es cuando podemos escuchar y según la edad reflexionar.

Es contraproducente esconder la ira, va contra uno mismo, y es contraproducente expresarla de forma explosiva contra otros. Aprender a regular esta emoción y a controlar la intensidad, favorece el desarrollo social y personal.

El desarrollo en la infancia y adolescencia necesita un entorno con experiencias organizadas y reguladas por normas adaptadas a las edades y necesidades de los niños.

La familia es el primer contexto de desarrollo, es la encargada de la crianza y educación y de favorecer la autonomía e independencia según el momento evolutivo, y las características individuales de los hijos. En este primer contexto de desarrollo, la familia, es importante que se respeten las emociones positivas y negativas de los niños, el niño está aprendiendo a comportarse, y es importante que la familia ayude al menor a regular las emociones con intervenciones afectuosas y con firmeza cuando aparecen conflictos, pero dejando un espacio para que puedan expresar sus emociones de disgusto, enfado o rabia.

Dejar que exprese sus emociones aunque sean momentos molestos, favorece el desarrollo afectivo y socioemocional, esto es, está aprendiendo que hay situaciones que le crean malestar emocional y le permiten expresar como se siente. Y además le enseñarán cómo expresar el malestar emocional según la etapa de desarrollo en la que se encuentra, así va adquiriendo herramientas y habilidades sociales tempranas que aumentan su autoestima y su seguridad personal en las relaciones sociales. Aprenderá a comportarse con ayuda y no necesariamente con castigos innecesarios, ya que el desarrollo evolutivo es en estas edades, el que marca que se puede o no exigir a un menor, y cómo ayudarle a adquirirlo, lo está aprendiendo, no es mal comportamiento. Pero debe aprender a comportarse, aceptar normas, límites, prohibiciones y tomar consciencia de que son necesarias para la convivencia y no solo para evitar el castigo, y así formará su conciencia moral, que se inicia alrededor de los 4 años y termina en la adolescencia. La conciencia moral le permite autoregular su conducta como un logro de sí mismo, y ese es el núcleo de la socialización temprana, la satisfacción del control voluntario a medida que va conociendo cómo debe comportarse.

Entre los 4 y 6 años, o segunda infancia, ya pueden manejar mejor sus sentimientos: “ahora no puedo hacer esto” “papá, mamá, dice que no se puede”  eso es imposible a los dos años de edad, es una forma de hablarse a ellos mismos y sentir satisfacción por el control voluntario que a su vez evita la aparición de emociones negativas ya que son ellos quienes regulan sus deseos posponiéndolos o aceptando que eso no puede ser.

Todo ello favorece la autonomía emocional, la autoestima, la eficacia y sentirse seguro de sí mismo, esto último es muy importante puesto que tienen herramientas eficaces para afrontar la socialización fuera de su familia, como es la escuela y las futuras amistades que tenga.

Especialmente a partir de los 6 años la adaptación a los grupos no familiares es cada vez mayor: escuela, actividades extraescolares, parque, fiestas…

A partir de los 7 años buscan más independencia y autonomía, y cerca de la adolescencia y en plena adolescencia, aumenta el interés por sus amigos y reivindica tener más tiempo con ellos, reivindica sus gustos personales, vestuario, cuestiona los gustos de su familia, critica lo que hacen, lo que dicen, les cuestionan, y a veces de forma explosiva. Es una fase del desarrollo con momentos conflictivos por querer más independencia. Es una forma de mostrar que está pasando de ser niño a ser mayor, y exige que le reconozcan ese nuevo rol. A la vez que necesita ser independiente y autónomo, necesita sentirse comprendido, protegido y aceptado.

No es un proceso de independencia, es un proceso madurativo de independencia – dependencia, hacerse adulto dentro y con la familia, en vez de ser niño dentro de la familia. Es un proceso largo, a veces incómodo, pero un proceso madurativo necesario que si se lleva bien entre todos, le acerca más a su familia.

La mayoría de conflictos surgen por la necesidad de conseguir ese nuevo rol de persona mayor, que decide, que tiene sus propios gustos, que prefiere más tiempo y espacio con sus amigos. Los conflictos aparecen cuando sus propuestas-exigencias son cuestionadas y los límites y normas que le imponen las interpretan como abusivas, una injerencia en su espacio personal. La típica frase del adolescente: Es mi habitación y la ordeno como quiero, es mi orden no es desorden.

Cuando se inicia la adolescencia, a partir de los 9 años más o menos, es el momento de permitir ciertas conductas y propuestas del niño que son aceptables, aunque no sean del gusto de los padres, siempre bajo el control de la familia. Si un niño quiere un estuche amarillo chillón, y a los padres les parece horrible, si el estuche reúne las condiciones para llevar el material escolar, se le puede sugerir que es un color exagerado e intercambiar opiniones sobre otros colores, y recordarle que luego no podrá cambiarlo, por si fuese una decisión impulsiva al ver el estuche. Se puede decir, vamos a ver otros y luego decides, porque una vez lo compremos no se podrá cambiar y tendrás que usarlo todo el año.

Esta es una forma protectora de traspasar cierta autonomía al menor. Por supuesto que si quiere ponerse una camiseta sucia, o inapropiada para el tiempo, no es posible traspasar esa autonomía, y deciden los padres.

Se trata de manejar qué cosas y decisiones puedo ir traspasando y cuáles no.

Otro ejemplo, sino le gusta la textura de una chaqueta, o el color, y la que quiere es posible de aceptar, es el momento de aceptar que eso lo puede elegir el adolescente.

El adulto puede aprender a reaccionar de forma diferente cuando tenga conflictos con los hijos, entender las conductas y comportamientos de los niños ayuda a bajar las tensiones que producen ciertos momentos del desarrollo.

Recuerde que el niño y el adolescente están aprendiendo a comportarse, y este aprendizaje depende de varios factores. La familia, el niño, las circunstancias, la salud física, el cansancio, las etapas del desarrollo, y las diferencias individuales en la misma etapa de desarrollo.

La ira es una de las emociones más difíciles de controlar y mucho más en niños y adolescentes. Seamos comprensivos, que no es ser permisivo, y vayamos traspasando responsabilidades aquellas que son aceptables y pueden hacer.

 

 

 

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