La ira es una emoción que surge ante situaciones frustrantes, donde no se consigue lo que se desea, las cosas nos salen mal, o bien sentimos que alguien nos trata mal, nos amenaza. La ira o la rabia aparecen cuando sentimos dolor y pena, es el primer sentimiento que aparece cuando algo nos duele. Las reacciones inmediatas son las de llorar, gritar, insultar, patear, pegar, tirar cosas, entre otras conductas impulsivas, incorrectas si son exageradas o agresivas.
El control de la reacción que produce la rabia depende del control de las emociones y del control de los pensamientos que surgen en ese momento conflictivo. Ambos tipos de control mental se pueden aprender, y su aprendizaje depende directamente del sistema nervioso en desarrollo y de la educación.
El sistema límbico regula las emociones, este sistema se activa de forma automática ante estímulos internos o externos que desencadenan reacciones emocionales.
El sentimiento de dolor, activa las emociones de ira que controla el sistema límbico y de forma automática o inconsciente, aparecen las reacciones o conductas físicas y verbales que acompañan a esta emoción. La ira está registrada biológicamente como reacción a un ataque, me atacan, me amenazan, y las reacciones programadas cerebralmente para defenderse del ataque, es atacar o huir. El ataque ante una amenaza también está programado biológicamente, las reacciones físicas son defenderse apartando la amenaza o a quien amenaza, con los recursos primarios que son gritar, dar golpes, pegar, insultar, gestos de furia.
Todas estas reacciones de defensa son innatas y aparecen de forma automática e inmediata, la reacción de defensa, las conductas, dependen de la edad evolutiva y de la educación o como comportarse en ciertas situaciones.
Si el cerebro valora que la amenaza es superior a los recursos de defensa que tiene una persona, entonces huye para evitar un daño mayor, y cuando no se puede huir la reacción es retirarse o lloriquear, replegarse, gemir de miedo y quedarse escondido en silencio, o intentar defenderse con los recursos que se tienen en ese momento.
En el caso de las personas que reaccionan con defensa, decimos que tienen conductas agresivas normales ante el ataque, y los que huyen, decimos que evitan reaccionar con agresión o por miedo a sufrir más.
En casos extremos, las personas pueden desarrollar trastornos. Los que utilizan con frecuencia reacciones explosivas para defenderse, desarrollan, generalmente, trastornos de conducta, dominados por la violencia y agresividad, y los que utilizan con frecuencia la huida, desarrollan trastornos de ansiedad y de inhibición, depresión, entre otros.
En personas adultas biológicamente sanas, los trastornos se desarrollan por carecer de habilidades sociales para relacionarse de forma correcta, pacífica y ética. Si son personas sanas, en este caso niños en desarrollo evolutivo, sanos biológicamente, van a depender de la maduración cerebral en curso, esto quiere decir que según la edad del niño, solo puede reaccionar de una manera posible según su desarrollo y según el temperamento, que ya desde bebés es diferente en cada niño.
Así que tenemos el desarrollo del niño, el temperamento y el ser humano añade un factor muy importante, la educación familiar y las normas morales del grupo. La educación familiar, la escolar y el grupo de iguales, van adquiriendo peso a medida que el niño crece y es en esos ámbitos donde va a aprender, o no, las habilidades sociales necesarias para convivir de forma pacífica y satisfactoria, lo cual no quiere decir que la convivencia sea solo pacífica, sino que los conflictos que surgen en todas las relaciones y de forma cotidiana, podrá resolverlos sin agresividad intensa, en la mayoría de los casos.
En niños con alguna enfermedad, la ira y la rabia es en parte, consecuencia de esa enfermedad, trastorno genético o trastornos adquiridos. En estos casos la educación de las emociones y el control emocional depende del desarrollo, de la educación recibida, y de las características del trastorno. El tratamiento educativo y terapéutico será distinto si se padece algún trastorno.
Para explicarlo de forma sencilla, podemos hablar de cerebro biológico y cerebro pensante. El cerebro biológico se encarga de reaccionar ante estímulos y de provocar emociones primarias ante ese estímulo, una reacción emocional automática que nos hace sentir sin necesidad de pensar. El cerebro pensante es el que regula la intensidad de esas emociones primeras, y la estructura encargada principalmente de regular esas emociones primeras, es el lóbulo prefrontal. Es el encargado de pensar sobre las emociones y sentimientos, y darles un valor adicional que depende del aprendizaje, el cerebro humano piensa sobre sus propios sentimientos, reflexiona y analiza los estímulos recibidos y aprende a elegir la reacción más conveniente o correcta. El cerebro biológico está predispuesto para reaccionar de forma automática primitiva, y el cerebro pensante decide la respuesta o reacción que va a tener, excepto en situaciones emocionales muy intensas y rápidas que domina la respuesta biológica predeterminada para esas situaciones, y excepto en diferentes fases del desarrollo infantil en las que el cerebro pensante aun no dispone de los mecanismos para reflexionar, analizar y decidir de forma rápida la conducta adecuada y correcta para esa situación.
Un buen ejemplo de reacción automática biológica son las rabietas. Las rabietas esas explosiones biológicas e incontrolables, que en su punto más álgido del desarrollo, entre los dos y los tres años, alcanzan una intensidad tan explosiva que a veces da la sensación que ha perdido totalmente la cabeza, pero no ha perdido la cabeza es la respuesta que puede dar en esos momentos su cerebro en desarrollo, para expresar su malestar intenso por no obtener algo o por estar incómodo, tener hambre, sueño u otras causas.
Por eso es tan importante en educación tener en cuenta el proceso de desarrollo en la infancia y adolescencia, para enseñar y exigir lo que cerebralmente es posible en ese momento. A los cinco meses no se puede andar por mucha estimulación educativa que se dé. Cuando todavía no se han establecido las conexiones suficientes entre neocortex, prefrontal, y sistema límbico para ciertos aprendizajes, estos no aparecen por mucho que insistamos, e incluso pueden ser perjudiciales si la insistencia es excesiva. No podemos pensar sobre los sentimientos que tenemos si nuestro cerebro aun no ha desarrollado las capacidades para hacerlo, de la misma forma que no podemos andar si el cerebro biológico no ha alcanzado la madurez fisiológica para hacerlo. No podemos conseguir el control de esfínteres cuando aun los nervios que controlar esa función no han madurado para controlar su funcionamiento, cuando haya madurado y guardado la información de los estímulos sensoriales que indican que necesitamos evacuar, será entonces cuando el cerebro tome conciencia del control de esfínteres y lo lleve a cabo, añadiendo además las normas sociales para esa necesidad.
Cuando el cerebro desarrolle las capacidades de mantener información diversa, para que esté disponible para analizarla y reflexionar sobre esa información, podrá pensar sobre las conductas que son las correctas en distintas situaciones conflictivas.
Para aprender el comportamiento social correcto en distintas situaciones es necesario enseñarlo siguiendo el curso y progreso del desarrollo evolutivo, y mejor dando la mano y soltándola cuando puede hacerlo casi solo. Ese es el contexto de apoyo, ayuda, seguridad y respeto a las fases evolutivas que terminan transformándose en afecto y facilitan el aprendizaje de las normas.
En los siguientes artículos expondremos como favorecer el control emocional de la ira, de la rabia, en niños y adolescentes sanos, siguiendo las capacidades en desarrollo de cada fase evolutivas. En niños y adolescentes con problemas o trastornos, es necesaria la intervención de los profesionales de salud mental.
Un ejemplo sencillo y fácil de entender, si un niño tiene 5 meses de edad, no esperamos que se ponga a andar. Bien pues lo mismo, si un niño tiene 2 años, 5 años, 9 años, 12 años y así sucesivamente hasta que termina la adolescencia alrededor de los 19 años, no esperamos los profesionales del desarrollo humano, que sea capaz de controlar las emociones tal como las controlará cuando sea adulto.