Infancia

Control de la ira: Infancia-Adolescencia

El control de la ira durante el desarrollo en la infancia y adolescencia depende de las características personales, temperamento, las exigencias del entorno familiar y cultural que van imponiendo normas de comportamiento, y de las opciones de afrontamiento que tienen los niños en cada etapa evolutiva.

Las opciones de afrontamiento, como afrontar una situación molesta, depende en estas edades de lo que se ha llamado el efecto edad. El efecto edad se relaciona con las capacidades en desarrollo de los niños. Es por lo tanto importante recordar, tener presente, que las emociones y la reacción emocional están en un proceso de evolución, en desarrollo, y la edad de los niños va a marcar la tendencia emocional y las conductas emocionales, según las capacidades que tienen en ese momento.

Durante el desarrollo las respuestas emocionales dependen en parte de la edad de desarrollo que está condicionada por el desarrollo cerebral, y en interacción con el contexto familiar y social.

Cuanto más pequeño es un niño, más depende del desarrollo cerebral, o sea, de las posibilidades de respuesta que el sistema nervioso puede dar en esa edad. Y, cuanto más mayor, tienen más recursos cerebrales para regular sus emociones y su comportamiento.

La opción para afrontar situaciones de malestar entre los primeros años de vida, del recién nacido hasta los 3 o 4 años, es defenderse, intentar quitar o evitar lo que produce malestar, los recursos para defenderse desde los bebés hasta los 3 años son predominantemente los motrices y los preverbales y lingüísticos, mientras que los recursos para reflexionar, analizar la situación aparecen más adelante.

El malestar estimula la hormona del estrés y desencadena la irritabilidad y la ira, que es el recurso biológico que tiene y tenemos para afrontar situaciones estresantes.

En el cerebro hay una estructura que se llama sistema límbico que es, a grandes modos, la encargada de responder emocionalmente a estímulos agresivos, amenazantes o molestos. Ante situaciones molestas, amenazantes o que se consideran injustas, se desencadenan respuestas fisiológicas para defenderse. Cuanto más pequeño es un niño, menos control tiene sobre sus emociones y sus reacciones, ya que la corteza cerebral encargada de regular las emociones está en proceso de desarrollo, así que las reacciones de ira y las conductas que desencadena ante una situación desagradable, son al principio el único recurso disponible para defenderse. Algo molesta y desencadena la emoción de ira, y los comportamientos de defensa primarios, innatos. A medida que la corteza prefrontal, encargada de regular las emociones, se desarrolla se adquieren nuevas capacidades que van a permitir nuevas habilidades de afrontamiento ante las amenazas y molestias. Estas habilidades son las opciones de afrontamiento que irán adquiriendo, si les enseñamos a expresar de forma calmada su enfado.

A medida que los niños crecen enseñamos a tolerar la frustración, primero controlando la tensión corporal, manteniendo la calma. Y a medida que aparece la capacidad de reflexionar, a partir de los 4-5 años, enseñaremos a calmarnos y a utilizar autoverbalizaciones que ayudan a controlar las reacciones, y a medida que crecen, enseñaremos a  pensar los sucesos cuando estemos en calma, y a que comuniquen qué les ha molestado.

Lo importante es dejarles expresar el enfado y enseñar cómo expresarlo. Todos tienen que tener rabietas y rabia o ira, lo preocupante no es que las tengan, es preocupante que no las tengan o que tengan con excesiva frecuencia e intensidad.

Control emocional según las edades evolutivas

– 0 a 3-4 años. Poco control emocional, el adulto debe aprender a esperar y a controlar la situación y las reacciones de tensión fisiológica de rabia del niño, irá disminuyendo si dejamos que descargue  la tensión.

– 3-4 años hasta los 6-7. Van adquiriendo la capacidad de esperar más tiempo, y de aceptar lo que no puede hacer sin grandes enfados. El adulto se mantendrá firme, serio y en silencio. El adulto puede respirar y esperar, manteniendo la calma como buen modelo para el niño.

– A partir de los 5-7 años. La capacidad de autocontrol de los niños permite enseñarles autoverbalizaciones para que se calmen y controlen las reacciones de enfado, en esta edad, a partir de los 5 años, empiezan a ser efectivas. Se les puede enseñar a respirar para que cuando se enfaden intenten mantener la calma mientras se dicen una autoverbalización como: Calma.    Respirar, esperar y reflexionar, y comunicar sobre el suceso cuando estamos tranquilos.

– A partir de los 6-8 años, podemos delegar decisiones en temas que según su edad, ellos puedan elegir, y además de disminuir los conflictos, favorecemos la autonomía personal y la autoestima. A partir de los 3 años hasta los 6, los padres suelen delegar algunas decisiones, de forma espontánea: elige el que quieras, cuando le van a comprar un muñeco, un coche, unas pinturas, un helado…, algunas veces le dejan decidir qué comer, qué ponerse, pero en general con la supervisión directa de los padres. A partir de los 6 años delegar cada vez más decisiones que puedan tomar y con menos supervisión, les va a ayudar a adquirir responsabilidades y autonomía, dejar decidir a los niños aquellas cosas que no son peligrosas ni perjudiciales es importante para ir adquiriendo autonomía propia.

A partir de estas edades van siendo conscientes de que sus emociones son momentáneas, y que esas reacciones explosivas van desapareciendo solas, sino se les presiona en pleno enfado, tardan poco. De hecho tienen consciencia de que sus emociones son reconocidas por los demás y que pierden intensidad si les dejan expresarlas, y facilita la autoconciencia del control emocional. Es alrededor de los 8 años cuando toman conciencia de que pueden sentir dos emociones contrarias al mismo tiempo: enfado con furia por la frustración y sentir la exageración de su reacción emocional, es lo que en ocasiones observamos cuando pasan de estar enfadados a reírse, y así. Es la ambivalencia emocional que surge, normalmente de las capacidades de valorar sus propias reacciones a estas edades.

Y en estas edades, y muy importante, tienen más facilidad para ponerse en lugar del otro, así que les será más fácil, cuando estén calmados, comprender el sentimiento de los padres ante sus reacciones explosivas. Si la relación entre padres e hijos es buena, esta capacidad de empatizar con los sentimientos del otro, les ayudará a controlar las explosiones.

En estas edades ha aumentado la capacidad de autocontrol, de comunicación y autoregular comportamientos, en general, entre los 6 y 9 años es una fase de relativa tranquilidad, con explosiones poco frecuentes y controladas la mayoría de veces.

Es curioso observar a un niño de 6 o 7 años mirando a otro más pequeño en pleno enfado, depende de los valores que ha ido adquiriendo reaccionará de una forma u otra, con empatía o con burla, pero en general, suelen mirar al pequeño como si se vieran a ellos cuando eran más pequeños, es como si hiciesen una reflexión de: yo soy mayor, ya no hago esto, lo que significa una comprensión de sus propias emociones y su capacidad para controlarlas mejor. Algo que a la vez le ayuda a alejarse de esas reacciones más infantiles.

Si las explosiones son frecuentes e intensas, mejor consultar a un profesional, algo está dificultando que el menor aprenda a autocontrolar sus emociones.

– A partir de los 8-9 años hasta los 12, aproximadamente, el autocontrol de sus reacciones cuando se enfadan, empieza a ser más estable, menos explosivo. Aparecen explosiones fuertes de vez en cuando, normalmente relacionadas con frustraciones por impedirles elegir ropa, peinados, cosas personales. Estas explosiones se relacionan con la necesidad que sienten de ser más independientes en cuanto a sus gustos y preferencias. Estas explosiones son verbales, muy pocas veces físicas, son expresiones verbales agresivas, como insultos, actitud desafiante, despreciativas, pero momentáneas, después se les pasa y sienten que su comportamiento ha sido incorrecto.

Como siempre, si son frecuentes, si son rencorosos y recuerdan constantemente lo que no les dejan hacer, son preocupantes, sino forma parte de esta fase de desarrollo personal.

– A partir de las 11 años hasta los 16 años

En estas edades aparecen los cambios físicos que les van acercando a la imagen de adulto, ellos lo notan y perciben que los demás también. Se van incluyendo en el mundo adulto, o excluyendo.

También es un periodo en el cual los adolescentes podrían enfrentarse a la presión que ejercen sus amigos para que consuman alcohol, tabaco y drogas, o para que tengan relaciones sexuales. Otros desafíos de esta etapa pueden ser los trastornos de la alimentación, la depresión y los problemas familiares. A esta edad, los adolescentes toman más decisiones por su cuenta en relación con sus amigos, los deportes, los estudios y la escuela. Se vuelven más independientes, con personalidad e intereses propios, aunque los padres todavía son muy importantes, necesitan reivindicar autonomía e independencia.

En estas edades aun se producen ataques de ira para reivindicar su autonomía, independencia y toma de decisiones, pero cada vez es más frecuente que empleen el lenguaje para explicar sus sentimientos y que intenten razonar con el adulto sobre la situación conflictiva, aunque muchas veces de forma rígida, exigiendo más que razonando. En general, las explosiones de ira son poco frecuentes, o no deben ser frecuentes, y sí son frecuentes comportamientos de aislamiento, enfados silenciosos, evitar relacionarse, gestos despectivos y otros comportamientos agresivos pasivos.

En todas las fases del desarrollo los niños intentan satisfacer sus necesidades físicas y emocionales, desde el nacimiento tienen recursos para expresar esas necesidades, al principio es básicamente el llanto con sus formas de llorar entendemos que expresa algo, algún tipo de molestia. A medida que crecen aparecen otros recursos para expresar el malestar y a medida que siguen creciendo aparecen otros recursos y adquieren otros recursos que les enseñamos.

Están aprendiendo a comportarse según su cultura y valores familiares, están aprendiendo y es un proceso largo que dura desde el nacimiento hasta el final de la adolescencia. Este proceso de aprendizaje tiene momentos con comportamientos evolutivos, que son molestos o muy molestos, pero estos momentos no son para siempre, ni deben ser frecuentes, se pasan y en general la convivencia es buena. Se trata de recordar que estos momentos son muy ingratos y desagradables pero se pueden manejar con buenas formas y van pasando esas fases evolutivas.

Entender el comportamiento de los niños y adolescentes, y darles apoyo con firmeza durante los momentos difíciles de manejar, es comprender que están aprendiendo a comportarse.

 

 

 

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