Los ataques de pánico se producen por la sensación de estar en peligro.
El pánico es una emoción de miedo muy intensa que se produce ante la sospecha de que hay un peligro que nos puede hacer daño, y creemos que no tenemos defensa posible.
Es un miedo muy intenso que sirve para poner en acción al organismo y reaccionar ante el peligro. El cerebro descarga inmediatamente y de forma automática adrenalina, una hormona que estimula reacciones fisiológicas para estar preparado ante esa situación peligrosa real o imaginaria.
Si vamos conduciendo y de repente aparece un coche a toda velocidad hacia nosotros, se desencadenará el pánico, y provocará reacciones fisiológicas que nos ayudarán a reaccionar y evitarlo o nos quedaremos paralizados.
Si vamos conduciendo y pensamos en la posibilidad de un accidente, un coche que vendrá de frente, se desencadenarán las mismas reacciones fisiológicas de emergencia para que podamos reaccionar de forma automática.
Explicado de forma sencilla, el cerebro ha recibido la señal de alarma y ha puesto en modo alarma al organismo: tensión muscular, el corazón late más rápido, la respiración se acelera y los músculos de la respiración están tensos y al llenar en exceso de aire los pulmones se producen pinchazos, dolor en el pecho, entre otros posibles síntomas.
Ante la señal de alarma se han activado los mecanismos fisiológicos, pero como no hay ningún peligro real, solo lo estamos pensando, esos recursos fisiológicos que se activan para situaciones de alarma no sirven para nada, no hay ningún coche que esquivar, no podemos salir corriendo porque no hay nada peligroso delante. Para decirlo de forma coloquial, los mecanismos fisiológicos para responder al peligro están produciendo las sensaciones corporales tan desagradables del ataque de pánico.
Curiosamente las personas que han tenido ataques de pánico, especialmente después del primer ataque, piensan que algo no funciona bien en el cuerpo, y pueden tener un ataque al corazón, un derrame cerebral, asfixiarse, atragantarse, perder la cabeza como volviéndose locos …. Y lo piensan porque realmente no hay un peligro real que explique lo que le está pasando, esa reacción corporal tan exagerada y tan descontrolada que le ha hecho entrar en pánico.
Estas personas se dan cuenta de que no hay un peligro real presente para reaccionar así, incluso si sabemos que los exámenes nos ponen nerviosos y vamos a examinarnos y nos da un ataque de pánico, que nos paraliza o nos quedamos en blanco, seguimos pensando que algo va mal en el cuerpo, ya que un examen no puede producir tanto miedo y tantas reacciones horribles del organismo, pues sí, puede y produce en algunas personas esas horribles sensaciones corporales.
Un ataque de pánico por ansiedad indica todo lo contrario, indica que el cuerpo funciona perfectamente, y por eso ha puesto en marcha los mecanismos fisiológicos que favorecen enfrentarse a un peligro para tener energía suficiente para huir o enfrentar el peligro. Solo que no hay peligro real que esté allí presente, y al no utilizar esa energía acumulada se producen los síntomas de ahogo, temblores, palpitaciones y descontrol mental ante lo que le sucede al cuerpo. Bueno, pues lo que le sucede al cuerpo es que funciona bien y ha respondido al aviso de alarma que le ha mandado el cerebro ante la tensión, el estrés que está viviendo esa persona en ese momento. Es como si el cerebro interpretara que tanta tensión y preocupación indica que va a suceder algo horrible y hay que estar preparados físicamente para afrontarlo, pero como hemos dicho, y como sabe esa persona, en ese momento no hay peligro para nuestra integridad física, pero puede haberlo para nuestra integridad personal, para nuestra dignidad, y ese puede haberlo se transforma en pensamientos personales sobre cuestiones que nos angustian: un posible accidente, un examen, cualquier cosa que para nosotros supone una gran peligro físico o mental: un accidente me dejará inválido o moriré, si el examen le sale mal todos se reirán de mí, verán que soy un inútil, tanto esfuerzo para nada… ambos tipos de peligro pueden ser muy graves para una persona. Tanto para su organismo como para su dignidad.
Así que se preparan para lo que va a suceder, eso tan horrible que va a suceder: conducir significa accidente de coche, ir al supermercado significa la posibilidad de morir aplastado por una avalancha de gente, sentarse en un autobús significa quedarse atrapado cuando vuelque y no poder salir al pasillo y correr…, ir a la piscina significa ir a ahogarse, hacer un examen significa demostrar a los demás que eres un estúpido inútil aunque lo escondieras bien. Todos esos pensamientos catastróficos con base real que están ahí advirtiendo de que la catástrofe ya es inminente si subes al coche, si vas al examen, si te tiras a la piscina… son los pensamientos que avisan al cerebro del peligro que corres y que se ponga en acción para enfrentarse a ese peligro. Y el organismo se pone en acción para responder, pero… el peligro son los pensamientos y no se afrontan con más tensión muscular para salir corriendo, o con más oxígeno en la sangre, o con mas azúcar en la sangre… que son alguno de los efectos de la adrenalina que ha activado el cerebro para estar bien preparado a la hora de enfrentar el peligro.
Los pensamientos catastróficos no disminuyen porque haya más tensión muscular, más oxígeno del necesario en los pulmones… estos recursos no los utiliza la persona, a no ser que salga corriendo y deje al examinador esperando en el coche, mientras él sale corriendo y empieza a sentir alivio al no examinarse. Los pensamientos tan desagradables producen el efecto contrario, aumentan el miedo y las reacción corporal se hace más intensa: sentir que se va a morir o a volverse loco, pero no por un accidente de coche o por un examen, sino porque el cuerpo se ha descontrolado con esos pensamientos y no puedo pararlo.
Y así es, hasta que la adrenalina no vuelva a sus niveles normales, y eso suele tardar unos 5 o 20 minutos, o utilice la reacción fisiológica para salir corriendo de la situación y entonces desaparecen, o bien tomarse una pastilla para disminuir el efecto de la adrenalina y relajarse.
Claro, usted le manda un mensaje lleno de pensamientos nefastos a su sistema nervioso automático, “socorro” y éste le contesta: ¡ya voy! ¡ya voy! Y el organismo produce un exceso de energía, pero los pensamientos no necesitan para nada esa energía, y aparecen las sensaciones corporales de: no puedo respirar, me tiemblan las piernas, el corazón me sale por la boca, voy a morir aquí mismo. En fin, que ahora el pensamiento se centra en las sensaciones corporales: palpitaciones, mareos, falta de aire… y le entra más miedo y así termina teniendo un ataque de pánico.
Los ataques de pánico se producen por los pensamientos catastróficos, conscientes o inconscientes, que desencadenan un estrés y tensión insoportable y activan la alarma de peligro inminente, y el cuerpo reacciona con sus recursos fisiológicos.
El cerebro que pone en marcha el sistema de alarma automático, está preparado para responder al aviso de alarma real e inminente, pero no está preparado para responder y cuestionarse los pensamientos catastróficos de las personas, se cree lo que le dice nuestra mente.
La buena noticia es que eso significa que el cuerpo funciona bien y por eso se pone en acción.
Y otra buena noticia, que podemos entrenar al cerebro para combatir esos pensamientos catastróficos, y que provocan emociones insoportables y dolorosas, podemos gestionar nuestras emociones aprendiendo a gestionar nuestros pensamientos.
El miedo a lo que puede suceder es lo que produce ansiedad, y de tal intensidad que desencadena lo que llamamos ataque de pánico.
En nuestro ejemplo: “¿y si viene un coche de frente a toda velocidad contra mí? A lo mejor no somos conscientes de este pensamiento, pero si somos conscientes de que estamos intranquilos, de que no conducimos tranquilos, estamos incómodos conduciendo.
En nuestro ejemplo, el pánico se desencadenaría por ese tipo de pensamientos: y si viene un coche de frente, después de todo a un familiar o amigo le ocurrió, por ejemplo.
Estos pensamientos pueden producir, y de hecho producen en algunas personas, los ataques de pánico. Los pensamientos de estas características “algo horrible va a ocurrir” avisan al cerebro de que la situación puede ser muy peligrosa.
Las reacciones fisiológicas: palpitaciones, sudor, dolor en el pecho, mareos…, son reales. Es la respuesta automática del organismo a algo que produce un miedo intenso, seamos o no conscientes de ese miedo. El miedo es la señal que indica que algo me puede hacer daño y es peligroso o muy peligroso para mi existencia física o personal. El miedo es una emoción que avisa al cerebro que existe peligro (real o imaginario) y le dice que ponga en marcha el organismo para reaccionar.
Cuando el ataque de pánico se produce por las cosas que pensamos, las preocupaciones, nuestros miedos personales, entonces se accionan los mismos mecanismos y aparecen las reacciones fisiológicas, lo que indica que el organismo funciona bien. Creemos que hay un peligro y el organismo se pone en acción, eso es funcionar bien.
Se trata de encontrar ese peligro, ese miedo, esas preocupaciones que desencadenan esos pensamientos horribles que producen ansiedad y buscar la solución. Mientras buscamos las preocupaciones y las soluciones, aplicamos las técnicas para controlar la ansiedad de forma natural y así evitamos que la ansiedad termine en ataque de pánico, o tomamos la pastilla y se va el ataque de pánico, pero no las preocupaciones y miedos ocultos que producen el ataque de pánico.