Nos corresponde a los adultos enseñar un montón de cosas, entre ellas a cómo relacionarse con los demás, y esta enseñanza está condicionada a la edad del niño, temperamento, capacidades y habilidades en desarrollo.
Las rabietas son frecuentes antes de los 3 años. A partir de los 3 disminuyen y a los cuatro son menos frecuentes.
Las rabietas disminuyen de frecuencia, se dan menos veces, pueden ser intensas pero cada vez menos. Esto significa que los niños ya pueden utilizar otros recursos para expresar su enfado, en general utilizan el lenguaje, y cada vez menos la furia motriz (tirarse al suelo, dar patadas, tirar cosas…). Pero el lenguaje que utilizan cuando tienen una rabieta, están furiosos, es agresivo, lo cual molesta mucho a los padres y adultos en general.
– Entre los 3 y 4 años suelen expresar el enfado verbalmente: Aparecen los primeros insultos verbales: Eres tonto, es el más típico, es el que aparece como más frecuente en las investigaciones que tratan este tema.
– Demuestran el enfado retirando verbalmente el afecto a sus padres, a otros niños, a cualquiera: No te quiero, vete.
– Gritos y llanto fuerte, rabioso, cuando ve que no va a conseguir algo: típico a la hora de dormir y quedarse en su cama solos.
– Aparecen los sollozos, llanto más tranquilo, para expresar su enfado: No quiero esto, o quiero esto, sollozando e insistiendo, esta conducta es menos espectacular pero muy pesada
– Aparecen gestos de retirada para expresar el enfado: se retiran a un rincón, se tapan la cara con los brazos, agachan la cabeza y sollozan con gestos de pena.
– Inician el conformismo, van comprendiendo que a veces no se consiguen las cosas y se enfadan pero no se vuelven exigentes, se enfadan para mostrar el disgusto y eso es bueno.
– Aumentan las peleas entre niños, a partir de los 3 años tienden a jugar con otros niños, aumentan las interacciones entre ellos y surgen más peleas. Es el momento de ayudar a solucionar las cosas pacíficamente.
– Resistencia y reafirmación: aparece con fuerza la negación: NO, cuando se les sugiere algo o cuando se les ordena algo. Cuando un niño se niega a hacer algo que no es importante, no es necesario insistir, es una forma de darle independencia, una forma de decir: aquí decides tú. Cuando es algo obligatorio, y dicen NO, no hay que discutir, es: Sí. Esto es obligatorio, hay que obedecer.
– Entre los 3 y 4 años los niños ya pueden aprender a controlar su conducta autoverbalmente
A este tipo de habla se le llama habla encubierta, enséñele a calmarse con frases cortas que se dirá a sí mismo cuando se enfade.
- Puedo calmarme
- Autoelogios, Qué bien, lo he hecho bien!
Va avanzado en recursos que irán sustituyendo a las explosiones de las rabietas de los dos años.
Este es un momento muy importante para educar los enfados, las rabietas, la insistencia en conseguir algo. Es un buen momento para enseñar que puede enfadarse y expresar su disgusto de forma tranquila, con modales. Pero recuerde, usted es el primero que debe actuar con modales, usted es el modelo que el niño observa. Se trata de dar ejemplo, así que reaccione de forma serena y dando a entender que le entiende, sin descontrolarse.
Cómo actuar, qué hacer
Entre los 3 y los 4 años es importante la contundencia y firmeza del adulto, es la autoridad. El niño ya conoce las normas básicas y las rutinas cotidianas obligatorias, así que no hay que dar explicaciones, simplemente ayudarle a obedecer. Para las conductas obligatorias ya conocidas, no hay más explicación que la contundencia: la autoridad.
Cuando se queja, lloriquea, insiste en algo que ya no puede hace: seguir jugando, o por algo que debe hacer: ir al baño.
La actuación más eficaz es:
Contundencia: basta, al baño
Si sigue quejándose, repita: basta, silencio, al baño
Y, no vuelva a decirlo, coge al niño, sin hacerle daño, y le lleva al baño.
Puede ser molesto y algún día incluso resistirse mucho, pero el adulto puede. Para estas situaciones importantes y obligatorias, y que ya conoce el niño:
– Al baño
– A dormir
– A despertar
– Al cole
– A casa
– A recoger
Los pasos de intervención a seguir, o sea, lo que debe hacer el adulto es utilizar la autoridad, ser contundente cuando el niño se queja, lloriquea, no quiere…
Lo más eficaz es:
- Decir en tono alto, seco y firme: Basta
Si el niño insiste
- Basta, silencio
Después de dos avisos, acción: obligar al niño a obedecer, el adulto puede cogerle y sin hacerle daño, obligarle a ir a la cama, a levantarse… No le dé explicaciones, ni le pida explicaciones, ni mantenga una conversación del porqué tiene que hacerlo, no es el momento.
Cuando recobren la normalidad, sea cordial con el niño: Ves, ya está.
Si quiere dar una pequeña explicación, breve, puede darla cuando ya han recobrado la normalidad.
Por supuesto ese día se enfadarán y llorará, pero a la larga lo conseguirá y obedecerá con más frecuencia y se enfadará menos y cumplirá con las obligaciones sin tanta resistencia y lloriqueo.
Recuerde su forma de actuar como adulto
– Calma, no se descontrole. Utilice autoverbalizaciones que guían su reacción.
– Firme: tono de voz tranquilo pero contundente y utilice palabras o frases cortas, sin explicaciones. Habrá tiempo cuando se calme para las explicaciones: Es la hora del baño, vamos. No se puede coger esto, dámelo o se lo coge…, frases de estas características. Cuando ya está en el baño y jugando se le puede decir o dar explicaciones breves: Entiendo que te enfades, pero hay que ir limpios, venga vamos a jugar con el agua. Puede que le toque lavarse el pelo y vuelva a enfadarse, siga con la misma pauta:
- Firmeza
- sin explicaciones
- le lava el pelo y cuando termine y ya esté en calma, diga algo así: Ya está! ves que poco rato. Ahora a secarse!
Este tipo de intervenciones, estilo educativo de actuar con el niño: firme, sin explicaciones, empáticos, cordiales y respetando que se enfade, dan mejor resultado que los castigos y por supuesto da mejor resultado que ceder ante el niño. Un adulto que le dice gritando al niño: bueno, pues no te bañas, a tu cuarto. Ha dejado que el niño le gane, y no, no es una competición, el niño debe obedecer y más a estas edades que son más conscientes de lo que consigue enfadándose. La obediencia no es una competición de haber quién gana hoy. Obedecer es respetar las normas, y es necesario enseñar a respetarlas con empatía y firmeza.
Por supuesto que podemos ser flexibles, algún día, ya sea porque el adulto está cansado o por el niño, pero muy de vez en cuando.
Recuerde, en estas edades aparecen los: No quiero
El no quiero hay que cambiarlo por: Ahora voy, dígaselo y dele un tiempo corto para terminar lo que esté haciendo, si entonces sigue sin hacer caso, es el momento de decir: Basta, te ayudo a obedecer, coja al niño y al baño, a dormir, a comer
El problema en estas edades ya no son las rabietas, que aun se dan algunas, el problema es la expresión verbal: No quiero, que suele exasperar a los adultos. No se exaspere, no es más que la forma de expresar sus deseos más pacíficamente, aunque suene a reto y desobediencia.
Eso sí, no entre en discusión, simplemente, diga algo así: Es la hora de…, es una obligación así que vamos.
– Contundencia
– Empatía
– Firmeza
Y no dé explicaciones, el niño ya sabe que debe bañarse, comer, dormir. Si se lo quiere recordar y explicar, hágalo después. Ahora es la hora de… y la hora de obedecer.