Las conductas y los comportamientos de los niños dependen de muchos factores que se interrelacionan constantemente. A medida que las investigaciones sobre desarrollo avanzan nos ayudan a entender desde la teoría, las diversas formas de actuar o comportarse de un niño o adolescente, y eso nos permite dar orientaciones generales para que las familias o educadores puedan acercarse a esos comportamientos desde teorías explícitas (objetivas) y no implícitas (subjetivas), o lo que es lo mismo entender que el comportamiento depende también de la edad del niño y sus propias construcciones y no sólo de la educación externa.
Todos los comportamientos están mediatizados por una serie de variables multidimensionales, desde el contexto en el que ocurren las acciones hasta las personas que están implicadas en ese contexto y situación determinada, pasando lógicamente por la biología y el desarrollo específico de una edad concreta. No es lo mismo tener una rabieta a los dos o tres años, que tenerla a los treinta. Es comprensible la de los dos años por etapa evolutiva y comprensible la de los treinta años, sino es espectacular y agresiva, puesto que el adulto puede mostrar su enfado pero debe saber controlar sus emociones. A diferencia del niño que está aprendiendo y debemos enseñarle a controlarlas y expresar los enojos o enfados de forma asertiva, sin emplear ningún tipo de agresión, y eso requiere tiempo, dedicación e información específica.
Comentemos brevemente qué sucede durante el primer año de vida, qué sucede con conductas evolutivas que terminan siendo molestas y a veces terminan produciendo rabietas. Primero recordemos también en pocas palabras el peso específico de la variable edad evolutiva (neuroevolutiva).
El comportamiento de los niños en estas primeras etapas está más determinado por las características biológicas del niño que por el entorno, indudablemente un entorno determinado puede ayudar a que ciertas características del niño se disparen más o moderarlas, pero en las primeras etapas depende más del desarrollo individual y evolutivo que del propio entorno. Hay niños más tranquilos y niños más activos. El desarrollo evolutivo es el que en principio va marcando la forma de comportarse. Durante el primer año de vida o antes de andar, el niño está descubriendo su propio cuerpo y el mundo exterior a través de los sentidos, sino existen discapacidades sensoriales determinadas, a través de la visión, audición, olfato y tacto para aquellos objetos que puede o están al alcance de la mano.
Esto significa que durante el primera año de vida y principalmente a partir del segundo trimestre, el niño empieza a explorar los objetos llevándolos a la boca ya sean sus manos o bien algún objeto que tenga en su mano. Es adecuado chupar, por supuesto, es una conducta propia de la biología y que además le proporciona conocimiento. Es un buen comportamiento, lo extraño, lo sospechoso sería un niño que no se llevase los objetos a la boca.
Por lo tanto, llevarse los objetos a la boca es el comportamiento adecuado en estas etapas infantiles. Qué objetos se lleva a la boca es lo que debe controlar el adulto, no el niño.
A partir del primer año de vida o cuando el niño ya anda o gatea y se desplaza por si mismo, el comportamiento evolutivo característico es tocar todo aquello que le interesa y tocarlo utilizando sus recursos, en estas edades las manos ya tienen un desarrollo bastante adecuado para movilizar, toscamente, pero movilizar, todos sus dedos, especialmente el índice. Esto es lo que hace que el niño poco a poco vaya cogiendo todos los objetos que le gustan, si existen ranuras o agujeros intente explorarlos metiendo el índice en esos agujeros, y finalmente se lleve a la boca aquello que le ha interesado.
Este comportamiento es, llamémosle normal, de un niño de un año a dos años aproximadamente, lo que nos debe extrañar es un niño que a estas edades no toca nada o no lo intenta tocar. La función principal y obligatoria de los adultos, familias y educadores es enseñar poco a poco qué se puede y qué no se puede chupar, tocar, tirar. El comportamiento de un niño debe ser querer hacerlo, el del adulto evitar que lo haga sino debe hacerlo. Eso es educar, es ayudar a conocer que pautas rigen en su entorno que debe ir aceptando poco a poco.
Lo más característico y duro para los padres y para los educadores en estas edades es, como ya hemos comentado, la edad de las rabietas. Un niño al que no se le permite tocar lo que el quiere tocar, se enfadará y según el momento se producirá una rabieta, eso es lo normal, ese es el comportamiento de un niño, el del adulto manejar y guiar al niño hacia otro tipo de respuesta a medida que crece y puede tenerla.
Las prohibiciones que se inician a partir del año, irán en aumento a medida que el niño crezca: no toques esto, no chupes eso, no tires aquello…, el caramelo para después de comer etc., las prohibiciones son verdaderos estímulos para desencadenar rabietas o pataletas. Pensemos por un momento qué es lo que ocurre cuando un niño pequeño quiere hacer, comer o tocar algo y no le dejamos, pues se enfada y utiliza los recursos que conoce o mejor dicho, utiliza los únicos recursos que tiene al año y medio o dos años: gritar, dar golpes, tirarse al suelo… como forma de protesta. Es adecuado ese comportamiento: sí, para su edad sí, a los cuatro años, no y a los veinte menos. Dicho esto, lo que tenemos que pensar es que esa conducta es normal, y tener paciencia, además de seguir evitando que consiga aquello que no queremos que consiga, ceder a lo que el niño quiere es enseñar a tener rabietas.
El niño debe tener enfados y demostrarlos, eso es lo evolutivo, lo patológico sería lo contrario, un niño que no se enfada a los dos años, que no muestra su disgusto es un niño al que le sucede emocionalmente, cognitivamente, algo.
Lo importante es entender que el comportamiento durante los tres primeros años de vida muestra conductas que nosotros consideramos inadecuadas, que no deben aprender y lo que debemos hacer es enseñarles poco a poco a expresar esas conductas negativas de forma pacífica, lleva su tiempo y mucha paciencia. Lo que no debemos es provocar sin querer una rabieta “no te voy a dar el caramelo pues ahora vas a comer” y cuando el niño se enfada entonces darle el caramelo, eso sí sería acostumbrarle o enseñarle a protestar para conseguir lo que quiere.
Las orientaciones generales para menores de tres años, decimos generales porque son las que ofrecemos cuando no conocemos al niño en concreto, que ayudan a tener menos rabietas son:
- Evitar situaciones que ya sabemos que producen rabietas.
Por ejemplo, si el niño tiene dos años y le gusta comer galletas y no es la hora de comer galletas pues no se las nombre ni se las enseñe, porque la conducta lógica del niño será pedir galletas, de nada suele servir decir “después te las doy”, sino podemos dárselas no las nombramos o no pasamos por un escaparate lleno de galletas y le decimos “mira cuantas pero no las puedes comer”. A medida que crece y neurológicamente está preparado para esperar más tiempo, entonces sí podremos hablar de las galletas que comerá después de la comida del almuerzo.
- Cuando no las podemos evitar pues ser contundentes, no dañar al niño, y con paciencia esperar a que se le pase el enfado. Por ejemplo si vamos por la calle y el niño va a comer, tiene hambre, y en ese momento pasa otro niño comiendo galletas, o lo que sea, lo más probable es que quiera y si ya tiene un poco de lenguaje que las pida hablando. Si se las vamos a dar, pues no pasará nada, sino le vamos a dar galletas entrará en rabieta. No podemos hacer nada, más que esperar a que se pase, siempre vigilando y evitando que en el ataque de furia el niño se haga daño. A medida que van creciendo irán expresando sus enfados de otra manera sino les hemos consentido que lo expresen gritando, con rabietas.
- Calma, paciencia y espere vigilando que el niño no se haga daño, que la rabieta vaya desapareciendo.
- Deje que libere la rabia, el malestar por no conseguir algo, es mejor permanecer callado y vigilando que darle explicaciones de porque no puede tener lo que pide, y peor es razonar para que lo entienda, no es el momento. Ahora es el momento de liberar la tensión que le produce el enfado, al hablarle no permitimos que libere la tensión, añadimos estímulos y provocan más tensión.
- Cuando el niño se calme, espere unos segundos y sea cariñoso, no hable del tema, sea cariñoso y comprenda que es la forma de enfadarse en estas edades, y siga con la rutina.
Estas cinco pautas generales ayudan a evitar algunas rabietas y a manejar con calma la situación.
Existen orientaciones específicas para orientar las actuaciones de los adultos según las características del niño y del estilo educativo de la familia, para ello es necesario conocer al niño y la familia.
En otros artículos comentamos cómo actuar según la edad del niño y sus enfados.